martes, 15 de febrero de 2011

RESEÑA SOBRE ALLAN KARDEC


RESEÑA SOBRE ALLAN KARDEC
-Diversos artículos
y algunos aforismos de El Libro de los Espíritus-

POR:©GIUSEPPE ISGRÓ C.


El acercamiento a la obra kardeciana, del autor, fue en temprana edad. Aquel joven, de quince años, aún sin cumplir, se apasionó con la lectura del clásico: El libro de los Espíritus, y demás títulos de Allan Kardec. Sobre todo le cautivó el profundo conocimiento de las leyes de la vida y el contenido ético-moral de la doctrina. El codificador espirita, fue un filósofo y un pedagogo de visión clara. Sus obras han dado luz y sentido de vida a millones de personas en el mundo entero, durante generaciones. Pese al largo tiempo transcurrido, desde 1857, mantienen plena vigencia. Precisa que, en su conjunto, se tomen como base para desarrollar la perspectiva universal de la vida, en forma certera y coherente con la realidad.
Con Allan Kardec se inicia, realmente, el Espiritismo científico, filosófico y ético-moral, es decir, el estudio de las leyes, principios y características que rigen los fenómenos psico-espirituales hasta entonces observados. Kardec sintetizó, en un cuerpo de doctrina uniforme, homogéneo, las enseñanzas recibidas en sus estudios espiritas, para que, a la vez que sirvieran para su propio aprendizaje, lo fueran, también, de instrucción general para la humanidad.
Como puede observar cualquier estudiante de la obra de Kardec, está sintetizada en ella una enseñanza profunda, comprensible, que habla y satisface a la inteligencia, relativa al conocimiento integral del ser humano, del universo, de la vida en la tierra y de las leyes que rigen las interrelaciones universo-ser humano, e integrantes de los tres reinos naturales, así como de la misión y objetivo de la existencia inherente a cada uno. Como se verá más adelante, en este trabajo, esa era la misión de Allan Kardec, para lo cual, al hacer un análisis de toda su vida, se percibe que se había preparado, sin percatarse de ello, para llevarla a cabo exitosamente.
Este hombre insigne nació en Lyon, Francia, el 03 de octubre de 1804, en el seno de una familia de juristas. Su nombre verdadero era Hipolite León Denizard Rivail.
Para comprender mejor la interesante vida y obra de este insigne maestro, la dividiremos en dos partes: la primera, denominada: EL HOMBRE: 1804 – 1854. La segunda: EL INVESTIGADOR Y PRIMER EXPONENTE RELEVANTE DEL ESPIRITISMO CIENTÍFICO, FILOSÓFICO Y ÉTICO-MORAL: 1854- 1869.
La primera etapa en la vida de Kardec culminó exactamente a los 50 años. La sólida preparación en varias disciplinas científicas y su vasta experiencia en el campo de la enseñanza, y, además, como autor de más de 20 obras de pedagogía, constituyen un aporte especial cuando a partir de 1854 se dedica al estudio y divulgación del Espiritismo científico, filosófico y ético-moral.
En efecto, el joven Hipolite Rivail cursó estudios hasta 1818 en la famosa escuela de Yverdun, Suiza, bajo la dirección del famoso pedagogo Juan Pestalozzi, -discípulo espiritual de Juan Jacobo Rousseau, el famoso autor del clásico: El Emilio o la Educación y precursor de la pedagogía moderna. En repetidas ocasiones, el brillante joven Rivail, suplió al maestro, en clases, impartiendo lecciones a los alumnos menos adelantados. Esta labor formativa es importante, por cuanto sienta las bases de la futura carrera de Rivail, cuyos beneficios recibirá, directamente, la Doctrina, a la cual se consagrará en cuerpo, alma y espíritu, años más tarde. Podría decirse que Pestalozzi, a su vez, fue el padre espiritual de Rivail, en su rol de pedagogo, cuya trascendencia alcanzará niveles sin precedentes en la historia de la humanidad. Pestalozzi le estimuló un profundo amor hacia la pedagogía y a canalizar su innata vocación hacia esta hermosa disciplina.
Complementó sus estudios con bachillerato en letras y ciencias, y después cursó estudios de medicina, la cual no llegó a ejercer. En las ediciones francesas de El Libro de los Espíritus, hasta 1954, figura la condición de Doctor en Medicina, de Hipolite León Denizard Rivail. Su afición por la pedagogía le llevó al estudio de varias disciplinas científicas, como la física, la química, las matemáticas y otras. Dominaba, a la perfección, el inglés, el holandés y el alemán. Tradujo de esta última lengua, algunos clásicos al francés. Fue un intelectual de visión universal, con un espíritu sereno, lúcido, racional, metódico y tenaz. Ya para 1824, Rivail se encuentra en París, fecha en la que publica, a la edad de 20 años, su primer libro: -“Curso teórico y práctico de Aritmética”.
En 1832, Hipolite Rivail contrae matrimonio con Amelie-Gabrielle Boudet, quien supo ver, en él, “al pensador erudito y profundo”. También ella era pedagoga de profesión. Aportó, a Kardec, tanto en el ámbito familiar, como en su vida pública, una efectiva colaboración. 
La enseñanza constituye la gran vocación de Rivail, a la cual consagró todo su tiempo libre a la preparación de textos de enseñanza que serán adoptados por liceos, institutos y universidades de Francia. Da, gratuitamente, en su casa, cursos de física, química, aritmética, astronomía y biología.
Entre otras obras, publicó, también, el “Plan propuesto para el mejoramiento de la educación pública”, bajo cuya firma agregó: -“Discípulo de Pestalozzi”; -“Grammaire Normales de Exámenes”, -cuyo contenido contempla soluciones razonadas de todas las cuestiones sobre la gramática francesa, propuesta en los exámenes de la Sorbona y otras academias de Francia. –“Curso para cálculos de memoria”: 3.000 ejercicios y problemas graduados; -“Cuestionario gramatical, literario y filosófico”, en colaboración con Levy-Alvarès; así como otras obras que no es el caso de citar aquí. Sus actividades de pedagogo y escritor, le permiten adquirir una sólida cultura, realizando una efectiva síntesis del saber universal. Henri Sausse, refiriéndose a Rivail, expresa: -“Sus escritos fueron justamente apreciados, y su nombre era conocido y respetado, mucho antes de que alcanzase la fama como Allan Kardec”.
Como preparación previa a su rol de codificador de la Doctrina, podemos destacar su extensa actividad, durante 35 años, en el campo del magnetismo animal y del sonambulismo artificial, cuya amplia gama de fenómenos conocía a fondo.
Allan Kardec, en el prefacio de una de sus obras, expresó: -“El universo es un vasto taller; unos demuelen, otros construyen: cada cual talla una piedra para el nuevo edificio, del cual, únicamente, el Gran Arquitecto del Universo posee el plan definitivo y cuyo conjunto no se comprenderá sino cuando sus formas comenzarán a diseñarse por encima de la superficie del suelo”. Adelante. (Publicado en el Diario EL TIEMPO, en fecha 22 de marzo de 1996).

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Se nace: -¿qué había antes? Se vive: -¿cuál es el fin de la existencia humana? -¿Por qué se está aquí? -¿Hacia dónde se va? Luego, al llegar al término del ciclo de vida, surge otra inquietud: -¿qué hay más allá? De estas y otras preguntas de análoga importancia, da respuesta la obra kardeciana, y, en general, la Doctrina Universal. Las lectoras, lectores y estudiantes, de las obras de Kardec, hoy en día, son más de lo que podría suponerse, y, su número, cada día, va aumentando a pasos agigantados. Podría decirse, con seguridad, de que hoy, al igual que en la fecha de su publicación, en 1857, El Libro de los Espíritus, sigue siendo la obra más importante, en su género, a nivel mundial, que plantea y aporta las respuestas claves sobre las, prácticamente, totalidad de inquietudes del ser humano en torno al objetivo existencial. Mientras más a fondo se estudia dicho libro, más se percata la persona de que el genio de Kardec, en su profundidad pedagógica, contempló las preguntas esenciales y universales, que han despertado, durante milenios, y seguirán haciéndolo en el porvenir, el interés del ser humano por conocerse a sí mismo, y conocer, al mismo tiempo, al Creador Universal, el universo en que vive, en constante expansión, los valores existenciales, principios cósmicos y leyes espirituales que rigen a todos en el Todo.
A partir de ahora, nuestra era será reconocida como la del Espíritu. El siglo XXI da inicio a una nueva fase del desarrollo interno del ser humano, de todo su potencial psico-espiritual, ético-moral, filosófico-práctico, que permite optimizar la comprensión del Universo. Los alcances perceptivos se extenderán hasta conocer, o verificar, científicamente hablando, la existencia de vida en otros planetas y su comunicación con ella. En la Doctrina existen pruebas fehacientes de esa realidad de pluralidad de mundos habitados y constituye uno de los fundamentos esenciales de la enseñaza Espirita. Las pruebas de múltiples vertientes están al alcance de todos aquellos que quieran verlas y sean capaces de asumirlas y comprenderlas; y que se encuentren, al mismo tiempo, exentos del interés de inhibir la expansión del conocimiento como ocurriera durante la edad media y en la época de la inquisición. Si no existiese esa factibilidad de la pluralidad de mundos habitados, -¿a qué vienen, entonces, todos esos viajes espaciales? El común de las personas ignora la inmensidad del cosmos más allá de esas noches de incontables estrellas luminosas. Con una comprensión de lo que ocurre en ese entorno cósmico, y con la perspectiva universal de la vida que ello aportaría, muchas cosas cambiarían en el ámbito existencial, en el planeta tierra.
A nivel micro-cósmico, es decir, del ser humano, -pequeño gran universo-, recordando, también, a los demás integrantes de los tres reinos naturales, con su potencial ilimitado, sus facultades espirituales, y la optimización de sus sentidos cósmicos, conformados por los valores universales, cuyo desenvolvimiento, con conocimiento de causa, revelan los alcances y posibilidades que constituyen metas y objetivos a lograr.
Las modernas “regresiones”, permiten el conocimiento de existencias pasadas, y por ende, la supervivencia del Espíritu y su continuidad en nuevos ciclos de vida. Las manifestaciones espirituales, fruto de facultades psíquicas altamente desarrolladas, así como el profundo mensaje ético-espiritual-filosófico que se ha observado en los últimos años en la India, -al igual que ya aconteciera en milenios anteriores, en este continente-, señalan nuevos senderos por recorrer.
Otro acontecimiento, del que ya se sentó jurisprudencia, es el hecho, en el cual, un Tribunal de Justicia, de Brasil, aceptó como prueba, o elemento de juicio válido para absolver a una persona, el testimonio del Espíritu de la víctima, dado a través del famoso sensitivo brasilero, Francisco Cándido Xavier. En la comunicación espiritual indicaba la inocencia del acusado, y, al mismo tiempo, al culpable, quien reconoció los hechos imputados.
Existen importantes estudios sobre el Derecho Penal Espirita, y el anterior suceso histórico abre un panorama inmenso en el Derecho Penal mundial, permitiendo vislumbrar lo que traerá el futuro. En Brasil, aproximadamente, el 33% de su población, o más, sigue estudios Espiritas, cuyo pilar fundamental, es la totalidad de las obras de Allan Kardec. Empero, la cantidad de autores de corte Espirita, y de otras corrientes de pensamiento afines, es de significativa importancia, tanto por su extensión como por su calidad.
Grandes científicos, poetas, filósofos, intelectuales, literatos, y millones de personas de todos los grupos étnicos y niveles sociales, en el mundo, se han ocupado de la Doctrina. Se suelen destacar los ilustres nombres de quienes nutren sus filas, entre ellos: Victor Hugo, William Krook, Cesare Lombroso, Ernesto Bozzano, Camilo Flamarión, Federico Myers, Alfredo Russel Wallace, León Denis, Oliver Lodge, Arturo Conan Doyle, e incontables más. Ellos han estudiado la Doctrina en sus todas vertientes: científica, filosófica y ético-moral. Su huella es factible verla en muchas de sus obras.
Hacia la mitad del siglo XIX, el fenómeno de las mesas parlantes era la última moda, en Francia, -y en otros países. De estos últimos, mencionamos, únicamente, el caso de las hermanas Fox, y el del Dr. Larkin, en Estados Unidos.  La gente se divertía, en la gran sociedad francesa, comunicándose con los Espíritus. Preguntamos, -¿Era sólo diversión lo que buscaban? -¿O, había, en la mayoría, un anhelo de conocer mejor el destino humano después de la desencarnación? -¿O, acaso, las lectoras, y lectores, se encuentran libres de este tipo de interés? Cuándo desencarna un ser querido, la mayoría de las personas, -¿no experimentan el anhelo de volver a comunicarse con él? Esa es la razón por la que las personas con inquietudes normales, cada día se acercan a la Doctrina, para profundizar su estudio. Es la única que puede aportar respuestas contundentes y serias sobre la inmensa gama de las inquietudes humanas.
En los círculos franceses, formados de gente de óptimo nivel intelectual, se habían recibido miles de comunicaciones, gran número de ellas con excelente contenido moralizante. Empero, faltaba alguien que pudiese sintetizar ese cúmulo de enseñanza, y que, además, estudiase el fenómeno y dedujera  las consecuencias inherentes. Esa labor, de exigentes esfuerzos, y alcances gigantescos, fue confiada a Hipolite León Denizard Rivail, quien luego, para desvincular el desarrollo de la Doctrina de su propia persona, e imprimirle independencia, adoptó el pseudónimo de Allan Kardec. Éste era el nombre de Rivail, en una existencia pasada, según su guía espiritual, quien le había conocido entonces, en la Galia, en la época de los Druidas. Se sabe, también, que Rivail, en otra de sus vidas anteriores, fue Jetro, el suegro de Moisés, a quien se le atribuye ser el más antiguo exponente del principio de la Gerencia por excepción. Esto aconteció cuando, viendo el excesivo trabajo que Moisés desempeñaba, juzgando los casos del pueblo judío, le sugirió de elegir jueces de decenas, de cincuentena y de centenas, quienes juzgarían todos los casos que se presentaran. Los jueces de centenas remitirían los casos insolutos, a los de cincuentena, éstos a los de decenas, y aquellos, excepcionales, que los últimos no pudiesen resolver, serían los únicos que se le remitirían a Moisés. Esto nos da una idea del calibre espiritual del Espíritu de Rivail, que ya poseía en el siglo XVI antes de nuestra era.
La sólida formación científica, filosófica, pedagógica y humanística de Allan Kardec, unida a su gran capacidad de trabajo y de síntesis, objetividad y seriedad a toda prueba, le hacían la persona idónea para entregarle esa enorme cantidad de material acumulado, -más de 50 cuadernos-, para que fuese utilizado en la realización de una síntesis coherente.  El trabajo le pareció inmenso a Kardec; empero, fue alentado por sus guías espirituales, quienes le indicaron que esa era su misión, para la cual se había preparado sin saberlo. Fue advertido de que sería secundado en la tarea, pero, que debía ser fuerte y constante, para implantar la Doctrina; con paciencia, su misión triunfaría, como en efectos, así aconteció.
Esto sucedía en el año 1854, en Francia, lo cual marca el comienzo de la etapa de investigador y primer exponente relevante de la Doctrina. Kardec estaba consciente de la importancia de la labor que emprendía, y entrevió, en dichos fenómenos, la clave de la incógnita del pasado y del porvenir de la humanidad, de la solución que él había buscado durante toda su vida. Se percataba, a la vez, de que iba a generar una importante transformación en las ideas, y en las creencias, prometiéndose, por ello, “obrar con circunspección y no ligeramente; ser positivista y no idealista”, para evitar desilusiones. Buscó, en todas sus investigaciones, la solución de los objetivos que le interesaban desde el punto de vista de la ciencia, de la filosofía, de la psicología y de la naturaleza del mundo invisible.
Kardec, en cada sesión, llevaba una serie de preguntas  preparadas, y metódicamente ordenadas, que recibieron contestación “precisa, profunda y lógica”. Estas cuestiones son las mismas que, desarrolladas gradualmente, fueron la base de “El Libro de los Espíritus”. Posteriormente, publicaría las demás obras de su autoría: Instrucción Práctica para la Comunicación Espiritista; El libro de los médiums; El Evangelio según el Espiritismo; Cielo e Infierno; El Génesis; y, el libro síntesis: -¿Qué es el Espiritismo?
En enero de 1858, salió a luz pública el primer número de la Revue Espirite, que aún se edita, en Francia; y el mismo año, funda la Sociedad Parisina de Estudios Espiritas. Allan Kardec, elaboró una Constitución, con exposición de motivos, sobre el Espiritismo y su futura dirección. El 31 de marzo de 1869, el Codificador de la Doctrina, culmina, exitosamente, su misión. Las obras que escribió se tradujeron a todos los idiomas. Sus discípulos, que se cuentan por millones, en el mundo entero, crecen, cada día más. La Doctrina Espirita, con sus múltiples exponentes, es fuente fundamental de la Doctrina Universal, de necesario estudio para ampliar, certeramente, la propia visión de la vida y del universo. Es mucho más interesante de lo que, generalmente, se cree. Quien busca, con anhelo sincero y afán de saber, encuentra. Adelante. (Publicado en el Diario EL TIEMPO, en fecha 29 de marzo de 1996).

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El genio de Kardec,  entra en escena cuando comienza a aplicar la Doctrina contenida en El Libro de los Espíritus para resolver las grandes incógnitas de la historia y percibir una perspectiva universal de la vida en la pluralidad de mundos habitados, arrojando luces sobre la realidad histórica del Planeta; por ejemplo, cuando percibe, antes que nadie, que la raza adámica es parte de una inmigración espiritual llegada de otros planetas, más adelantada que la familia originaria de la Tierra; cuando analiza la tesis de los “ángeles caídos”  y percibe que son aquellos grupos de espíritus refractarios al progreso que, una vez celebrado el juicio de mayoría, en cada mundo, son apartados y conducidos a aquellas moradas más acordes con su respectivo grado evolutivo, donde, de retrógradas pasan a ser maestros, o por lo menos, desenvolverse en ambientes más afines a sus tendencias.
Es en el libro Génesis, -publicado en 1868- donde se revela el Kardec genial en un nivel superior al ya reflejado en El Libro de los Espíritus. Aquí, comienza a percibir una realidad universal antes que ningún otro pensador en la historia y fue adecuando la Doctrina a esas inquietudes, -más las respectivas intuiciones fruto de su genio y las inspiraciones inherentes de genios análogos –desde la dimensión espiritual- co-participes en las obras; comienza a aplicarlas para ir esclareciendo los grandes enigmas de la humanidad.
Kardec, es el pionero en la enseñanza de una realidad universal que abre nuevos horizontes para la humanidad reflejando su verdadero destino, en el Planeta.
Es el primero en hablar, en El Libro de los Espíritus, sobre la Reencarnación,  conocida desde la más remota antigüedad y lo hace 18 años antes de Helena P. Blavasky. En el siglo XX se han comprobado, científicamente, más de cinco mil casos de reencarnación, otorgándole un carácter irrefutable universalmente; el tema, está generando un interés creciente.
Constituye, Kardec, un paradigma vigente en la senda evolutiva de la sabiduría, superándose a sí mismo en el libro Génesis más allá de El Libro de los Espíritus. En éste, sube a la cima de la montaña de de la Doctrina Universal; en aquel, observa desde esa posición privilegiada y aplica la percepción intuitiva y la inspiración creadora de las cuales es objeto, para resolver cuestiones fundamentales de la vida y la historia en el Planeta, abriendo nuevos caminos de progreso.
Millones de personas se encuentran avocadas al estudio de las enseñanzas espirituales, axiológicas y/o ético-moral, filosóficas y metafísicas, que sólo la Doctrina Universal puede ofrecer en igual grado de luminosidad, gracias a sus obras maestras y de quienes, emulando su ejemplo, han continuado la Gran Conversación a través de los tiempos.
Así como en el Quijote, cada nueva generación ve algo más que la que le precedió, ocurrirá lo mismo con el Libro de los Espíritus –y demás obras de Kardec-; observará cosas nuevas de acuerdo a las inquietudes de los tiempos y a la respectiva conciencia perceptiva. Pero, por encima de todo, servirá para que cada quien efectúe la conexión con los planos superiores y con la fuente suprema, el Creador Universal, en una meditación constante  sobre Él y los valores cósmicos,  optimizando la percepción intuitiva y la realización creadora en el estudio de las ciencias y las filosofías, así como la practica de todas las virtudes.

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El 18 de abril de 1857, se publicó, en Francia, de El Libro de los Espíritus, de Allan Kardec, con el cual se daba inicio a una nueva era en los caminos del progreso humano.
Sin duda, es un libro valiente, tomando en cuenta la época en que se publicó. Sigue siendo fundamental. Allan Kardec, pseudónimo de Hipolite León Denizard Rivail, hombre de profunda cultura clásica, científica, filosófica, histórica, metafísica, etcétera, además de insigne pedagogo, sintetizó, -en una obra cuya lectura y estudio ha transformado la vida de millones de personas en el mundo entero-, una Doctrina que habla al entendimiento, ilumina el espíritu y abre unos horizontes que le dan verdadero sentido a la vida humana, despejando las incógnitas existenciales, aclarando el destino de la humanidad en el planeta tierra, -escuela de sabiduría en diferentes grados-, señala el camino que, en los próximos milenios, habrá de recorrer en el inmenso pensum evolutivo que aún depara el progreso potencial del planeta.
Fue seleccionado Kardec, para su obra misionera-codificadora de la Doctrina, por su profunda capacidad de síntesis y vastos conocimientos, para interpretar, discernir y coordinar los mensajes contenidos en miles de comunicaciones espirituales recibidas por centenares de sensitivos en el mundo entero, pasmándose, en todas, el mismo mensaje, elevada enseñanza e idéntica doctrina: el conocimiento profundo de la vida y de las leyes cósmicas que rigen todas las manifestaciones universales, interrelaciones con el ser humano y su misión.
Obra admirable que, traducida a los principales idiomas, alcanzó, rápidamente, 18 ediciones en vida de Kardec, y 50, en las cinco décadas siguientes; conserva plena vigencia pese al tiempo transcurrido y dentro de dos mil o más años será estudiada aun tal como se hace hoy con la Odisea, el Mahabarata, los Vedas, el I Ching, el Tao Te Ching, etcétera, estudio fundamental, -expresión de la sabiduría-, por medio del cual, cada quien se imbuye del verdadero sentido existencial, conociendo el destino humano en sus variadas facetas.
Kardec, -auténtico profeta de una era de luz espiritual y ejemplo digno de emulación por su capacidad de trabajo, estudio y cumplimiento de una exigente misión-, condensó en su obra un alimento básico para las inteligencias ávidas del más sublime conocimiento espiritual.
Este clásico, aporta –para las mentes que desean optimizar su visión-, la iluminación del propio espíritu, señalando derroteros que constituyen la meta esencial de la vida humana, proporciona paz, serenidad, sosiego y auténtica felicidad, a medida que, transcurriendo su lectura y estudio, va descubriendo la verdadera esencia de la vida humana, su finalidad y misión cósmica del ser humano, potenciando a la vez, el espíritu y la voluntad, afirmando los ideales y rectificando la conducta en el sendero del bien, de la justicia, del amor, la verdadera fraternidad y la evolución universal.
Va conociendo, cada quien, sus verdaderas facultades psico-espirituales, la forma de desarrollarlas y usarlas de acuerdo a los designios del Creador, estrechando la unión entre los entes que conforman la ecología psico-espiritual, a cuya sintonía elevada, constituyese en sensible y armónico canal de la Providencia Universal para plasmar la luz espiritual, el mensaje del amor cósmico y el aliento fraterno para superar exitosamente todas las pruebas existenciales, saldar las cuentas kármicas y alcanzar el punto de equilibrio cósmico, a partir de lo cual, cada quien conquista la auto-independencia y la auto-liberación para cooperar libremente, de acuerdo con la propia suma existencial, en los planes del Gran Arquitecto del Universo, dentro del infinito Taller cósmico.
Así lo expresó Kardec: -“El universo es un vasto taller: unos demuelen, otros reconstruyen; cada cual talla una piedra para el nuevo edificio, del cual únicamente el Gran Arquitecto del Universo posee el plan definitivo, y cuyo conjunto no se comprenderá sino cuando sus formas comenzarán a diseñarse por encima de la superficie del suelo”-.
La Doctrina, desde su codificación, en 1857, ha aglutinado en sus filas a las mentes más brillantes en todos los ámbitos del saber humano, a nivel mundial.
La lucidez mental, la seguridad personal y el poder psico-espiritual que se van desarrollando al acrecentar la visión cósmica, al profundizar en el mensaje contenido en la obra kardeciana, introduce en el auténtico camino evolutivo del ser, a cuyos inicios se encuentra, pero que, desde ya vislumbra las infinitas metas que en ilimitados ciclos de vida, en una carrera universal y eterna, -siempre en ascenso en forma de espiral-, ha de conquistar, cada vez en un mejor nivel de auto-expresión, evolución y grado de conciencia cósmica.
Una sola existencia es sólo un peldaño en los grados de la sabiduría universal. La obra de Kardec, abre la puerta correcta, en el momento oportuno y para quien, en forma gradual, experimente la necesidad de un alimento espiritual de tal valor. Su asimilación es de gran provecho para obtener esa visión certera de las cosas esenciales, en cada momento de la vida.
Se podrá poseer El Libro de los Espíritus, tenerlo en las manos, o por años en la biblioteca, pero, solamente un día, cuando cada quien esté preparado, -o preparada-, espontáneamente se manifiesta la iluminación, se adquiere conciencia de tal obra, con un claro impulso para leerla, revelándosele el mensaje que contiene y anhela el espíritu humano.
Entonces, la existencia humana adquiere el verdadero sentido de acuerdo a los planes cósmicos y cada quien se ubica, de manera más efectiva, en el sendero de la propia autorrealización, asumiendo la tarea que, de acuerdo con los tiempos, le compete en el quehacer universal.

LA SABIDURÍA DE EL LIBRO DE LOS ESPÍRITUS,
DE ALLAN KARDEC

    I.   (1) ¿Quién es Dios?
-“Dios es la suprema inteligencia, la causa primera de todas las cosas”-.
  II.   (3) ¿Podría decirse que Dios sea el Infinito?
-“Sería una definición incompleta por la limitación del lenguaje humano, insuficiente para expresar las cosas que son superiores a vuestra inteligencia”-.
Dios es infinito en sus perfecciones; empero, el infinito es una abstracción. Decir, por lo tanto, que Dios sea el infinito, sería tomar el atributo por el sujeto, y definir una cosa ignota por medio de otra igualmente desconocida.
III.   (4) ¿En qué puede tenerse la prueba de la existencia de Dios?
-“En un axioma que aplicáis a vuestras ciencias: No existe efecto sin causa. Buscad la causa de todo lo que no sea obra del ser humano y vuestra razón os responderá”-.
Para creer en Dios, es suficiente observar las obras de la Creación. El universo existe; por lo cual tiene una causa. Dudar de la existencia de Dios, sería como negar que cada efecto tenga una causa, y afirmar que la nada haya podido producir alguna cosa.
 IV.   (6) El sentimiento íntimo que tenemos en nosotros mismos de la existencia de Dios, -¿no podría ser una consecuencia de la educación, y el producto de ideas adquiridas?
-“Si esto fuese así, -¿cómo tuvieron este sentimiento, también, las gentes primitivas?
Si el sentimiento de la existencia de un Ser Supremo fuese el producto de la instrucción, no sería universal, y no se encontraría, como las nociones de las ciencias, mas que en los individuos y en los pueblos cultos.
    V.   (8) ¿Qué se debe pensar de la opinión que atribuye la primera formación de lo creado a una combinación fortuita de la materia, es decir, de la casualidad?
-“¡Otra absurdidad! ¿Cuál ser humano de buen sentido puede considerar la casualidad como un ser inteligente? Y, después, la casualidad. -¿qué cosa es? Nada”-.
La armonía, que regula las fuerzas del universo, demuestra combinaciones y principios determinados, y por lo tanto una potencia inteligente. Atribuir la primera formación a la casualidad, sería un absurdo, por cuanto en ella está ausente la visión y no puede producir los efectos inteligentes. Una casualidad inteligente dejaría de ser una casualidad.
 VI.   (10) ¿Puede el ser humano comprender la naturaleza íntima de Dios?
-“No: necesitaría un sentido que le falta”-.
VII.   (14) ¿Dios es un ser distinto, o es, según la opinión de algunos, el conjunto de todas las fuerzas y de todas las inteligencias reunidas del universo.
-“Si así fuese, no existiría Dios, por cuanto Él sería el efecto y no la causa. Él no puede ser al mismo tiempo una cosa y la otra. De la existencia de Dios no podéis dudar; y esto es lo esencial. Hacedme caso y no vayáis más allá. No os perdáis en un laberinto, del cual no podríais encontrar la salida, lo cual no os haría mejores, quizá os rendiría un poco más orgullosos, por cuanto creeríais de saber, mientras que, en realidad, no sabríais nada. Poned aparte todos vuestros sistemas. Vosotros tenéis muchas cosas que os tocan más de cerca, comenzando por vosotros mismos; estudiad vuestras imperfecciones con el fin de liberaros, y esto resultará más proficuo que el querer penetrar lo impenetrable.
VIII.   (25) ¿El espíritu es independiente de la materia, o es en cambio una propiedad de esa, como los colores son una propiedad de la luz, y el sonido una propiedad del aire?
-“El uno es distinto de la otra; empero, es necesaria la unión de ambos para dar una inteligencia a la materia”-.
-Es, quizá, igualmente necesaria esta unión también para la manifestación del espíritu?
-“Es necesaria para vosotros, ya que no estáis organizados para percibir el espíritu libre de la materia: las limitaciones de vuestros sentidos no lo permite”-.
 IX.   (48) ¿Podemos conocer la época de la aparición del ser humano y la de los demás seres vivientes sobre la tierra?
-“No; todos vuestros cálculos son quimeras”-.
   X.    (54) Si la especie humana no procede de un solo origen, -¿deben los seres humanos continuar a considerarse como hermanos? 
-“Todos los seres humanos son hermanos en Dios, por cuanto están animados por el espíritu y tienden al mismo fin. Vosotros queréis tomar, siempre, las palabras literalmente”-.
 XI.    (58) Los mundos más lejanos del sol, -¿están, quizás, privados de luz y de calor, por cuanto el gran astro no tiene para ellos sino la apariencia de una estrella?
-“Creéis, vosotros, que no existen otras fuentes de luz y de calor fuera del sol? No contáis para nada la electricidad que en ciertos mundos tiene una función miles de veces más importante que sobre la tierra? Del resto, -¿quién os dice que todos los seres sean de vuestra misma manera y con órganos conformados como los vuestros?”-.
Las condiciones de existencia de los seres que habitan los variados mundos, deben ser apropiados al medio, en el cual son llamados a vivir. Si no hubiésemos jamás visto peces, no podríamos comprender que existan seres capaces de vivir en el agua. Lo mismo ocurre en los otros mundos, los cuales sin duda tienen elementos que nos son ignotos. -¿No vemos, nosotros, sobre la tierra las largas noches de los polos iluminadas por la electricidad de las auroras polares? ¿Cuál es la imposibilidad de que, en algunos mundos, la electricidad sea más abundante que en la tierra, y tenga una acción general cuyos efectos aún nos sean incomprensibles? En consecuencia, aquellos mundos pueden llevar en sí mismos las fuentes de calor y de luz necesarias a sus habitantes.
XII.    (62) ¿Cuál es la causa eficiente de la animalización de la materia?
-“Su unión con el principio vital”-.
XIII.    (74) ¿Se puede establecer un límite entre el instinto y la inteligencia, es decir, precisar donde termina el uno y comienza la otra?
-“No, por cuanto, frecuentemente se confunden; pero, en cambio, se pueden distinguir los actos que pertenecen al instinto de aquellos que pertenecen a la inteligencia”-.
XIV.    (81) ¿Los Espíritus se forman espontáneamente, o proceden los unos de los otros?
-“Dios los crea, como todas las criaturas, con su voluntad; pero, repito, su origen es un misterio”-.
XV.   (85) ¿Cuál de los dos mundos, el espiritual o el corpóreo, es el principal en el orden de las cosas?
-“El mundo espiritual; porque ha preexistido, y sobrevive a todo”-.
XVI.   (92) ¿Los Espíritus tienen el don de la ubicuidad? En otros términos: -¿puede el mismo Espíritu dividirse y estar en varios lugares a un mismo tiempo?
–“No; pero, cada Espíritu es un centro, que irradia en varias partes, por lo cual pareciera que se encuentre en varios lugares al mismo tiempo. Ved, el sol es uno, pero irradia todo alrededor y envía sus rayos muy lejos, sin dividirse en varias partes”-.
-¿Irradian todos los Espíritus con la misma potencia?
-“Es evidente que no, por cuanto ésta depende del grado de su respectiva pureza”-.
Cada Espíritu es una unidad indivisible; pero puede extender su pensamiento en más direcciones al mismo tiempo. En esto solo consiste la facultad de la ubicuidad atribuida a ls Espíritus. De esta manera es un cuerpo luminoso que envía lejos sus rayos y puede ser visto desde todos los puntos del horizonte; así un ser humano. Que, sin cambiar de sitio y sin dividirse, puede transmitir órdenes, señales y movimientos en diversos lugares.
XVII.    (110) CLASE TERCERA: Espíritus prudentes. – Elevadísimas cualidades morales forman el carácter distintivo de estos Espíritus. Sin tener conocimientos del todo ilimitados, se encuentran dotados de una capacidad intelectual que le permite formarse un sano juicio sobre los seres y las cosas.
XVIII.    (114) ¿Los Espíritus son por su naturaleza buenos o malos, o, en cambio, se van mejorando por su propia voluntad?
-“Son los mismos Espíritus que se mejoran por sí mismos, y, mejorándose, pasan de un orden al otro”-.
XIX.    (162) Después de la decapitación, por ejemplo, -¿conserva la persona, aún por poco tiempo, la conciencia de sí misma?
-“Hasta que la vida orgánica se haya extinguido. Frecuentemente, la aprensión de la desencarnación le hace perder aquel sentimiento mucho ates del suplicio”-.
Aquí se habla de conciencia, que el ajusticiado puede tener de sí mismo como hombre, por vía de los órganos, y no ya como Espíritu. Por lo cual, parece que, si no la ha perdido antes del suplicio, puede conservarla, aún, algún breve momento después, empero, cesa , necesariamente, con la vida orgánica del cerebro, la cual cosa, todavía, no implica que el periespíritu –o alma-, se haya soltado en absoluto del cuerpo. Ocurre, más bien, lo contrario en todos los casos de desencarnación violenta , es decir, no provocada por la progresiva consumación de las fuerzas vitales , donde los ligámenes, que unen el cuerpo con el periespíritu, son más tenaces, lo que determina que sea más lenta la separación completa.
XX.    (383) -¿Cuál utilidad aporta al Espíritu su paso por el estadio de la infancia?
-“Por cuanto se encarna con el objetivo de perfeccionarse, en aquella edad el Espíritu es perceptible a las impresiones que recibe y que pueden estimular su progreso, y a este progreso deben contribuir quienes están encargados de su educación”-.
XXI.    (403) -¿Por qué no recordamos todos los sueños?
-“Lo que vosotros llamáis sueño es el reposo del cuerpo, por cuanto el Espíritu es siempre activo. En tal estado, él recupera su libertad, y se interrelaciona con sus seres queridos, sean éstos de la dimensión física o de la espiritual; empero, por cuanto el cuerpo es materia pesada o densa, le cuesta mantener las impresiones percibidas por el Espíritu por vías extra-sensoriales”-.
XXII.    (404) -¿Qué valor tiene la interpretación de los sueños?
-“Ninguna, como la entienden los pretendidos adivinos, por cuanto es absurdo creer que la realización de un acontecimiento pueda depender de un sueño, o bien, es absurdo creer que el soñar una determinada cosa anuncie su realización. Los sueños son verdaderos en cuanto representan imágenes reales para el Espíritu; pero, éstas, normalmente, no tienen ninguna relación con las vivencias de la vida corpórea, y son, como lo hemos dicho, reminiscencia de un pasado más o menos próximo. Sólo algunas veces, por vía excepcional, pueden ser un presagio del futuro, o la visión de lo que acontece en otro lugar, donde el Espíritu se proyecta”-.
XXIII.    (405) Frecuentemente vemos en sueño cosas que parecen presentimientos, pero después no suceden. -¿Cómo explicarlo?
-“Ellas pueden verificarse para el Espíritu, si bien no para el cuerpo; por cuanto aquel va a encontrar las cosas y las personas en su nivel. Del resto, es preciso recordar que, durante el sueño, el Espíritu está siempre más o menos ligado a la materia, por lo cual no se libera jamás completamente de las ideas terrenas, por lo cual las preocupaciones de la vigilia puede dar a lo que se ve lo que se desea o teme. Esto, pero, no es más que un efecto de la imaginación, por cuanto, cuando la persona e vivamente preocupada por una idea, ella refiere a ella todo lo que ve”-.
XXIV.    (421) Los letárgicos y los catalépticos generalmente ven y oyen todo cuanto acontece a su alrededor, pero no lo pueden manifestar: -¿lo hacen con los ojos y con los oídos del cuerpo?
-“No: con el Espíritu. Éste tiene conciencia de sí; pero no puede comunicarse”-.
-¿Por qué no puede comunicarse?
-“Porque el cuerpo se le opone. Tal estado particular de los órganos os da la prueba que en el ser humano existe, además del cuerpo, otra fuerza, la cual actúa mientras el cuerpo se encuentra inerte”-.
XXV.    (435) -¿Puede el Espíritu ver los demás Espíritus?
Puede, pero depende del grado y de la naturaleza de su lucidez. Alguna vez él no se da cuenta con quien ha de tratar, y los tomas por seres corpóreos. Esto sucede especialmente a quienes no conocen el Espiritismo, por cuanto no comprendiendo la esencia de los Espíritus, se asombran* y los creen corporalmente vivos”-.
De igual manera acontece después de la desencarnación en aquellos que se creen todavía encarnados: no se dan cuenta de algún cambio en torno a sí, creen los Espíritus vestidos de cuerpos similares a los nuestros y confunden la percepción del propio cuerpo por un cuerpo real.
XXVI.    (491) -¿Cuál es la misión del Espíritu protector?
-“La de un Padre hacia sus propios hijos: guiar su protegido en la buena vía y ayudarle con consejos; consolarlos en las aflicciones, y alentar su coraje en las pruebas de la vida”.
XXVII.    (508) –Los Espíritus virtuosos que han dejado la dimensión física, -¿pueden, siempre, proteger a sus seres queridos, que, aún, permanecen en ella?
-“Su poder es más o menos limitado, y no siempre la condición en la cual se encuentran le dejan en plena libertad de actuar”-.
XXVIII.    (517) -¿Existen Espíritus que se dedican a proteger a toda una familia?
-“Existen Espíritus que protegen a los miembros de una misma familia, para que vivan juntos unidos por el afecto; empero, no los hay protectores del orgullo de los grupos étnicos”-.
XXIX.    (527) –Tomemos otro ejemplo: una persona que debe desencarnar fulminada, se refugia debajo de un árbol; el rayo le envía a mejor vida. -¿Han tenido alguna participación los Espíritus tanto en provocar el rayo como en orientarlo en dirección de la persona en particular?
-“Nos encontramos en un caso similar al anterior. El rayo se manifestó sobre aquel árbol y en aquel momento, por cuanto las leyes de la naturaleza así lo determinaron, y no porque aquella persona se encontraba debajo del árbol. Empero, la persona fue inspirada a proceder de aquel modo y refugiarse debajo del árbol sobre el cual debía caer el rayo. El árbol, de todas maneras, habría estado afectado tanto si la persona se refugiaba como si hubiese dejado de hacerlo, debajo de él”-.
XXX.    (535) De las propias condiciones venturosas de vida, -¿es a nuestro Espíritu protector a quién debemos expresar gratitud?
-“Agradeced, primeramente, al Creador Universal, sin cuya voluntad, -por la Ley Cósmica-, no ocurre nada; después a los buenos Espíritus, quienes han sido los instrumentos”-.
-¿Qué ocurriría si dejáramos de expresarles nuestra gratitud?
-“Lo que les ocurre a los ingratos”-.
-Sin embargo, -¿existen algunos que aún sin orar ni expresar gratitud, son exitosos en todo?
-“Sí, pero hay que esperar hasta el final; toda fortuna obtenida sin méritos, suele tener un costo inherente; cuanto más se haya recibido, tanto más hay que pagar”-.
XXXI.    (538) –Los Espíritus que presiden los fenómenos de la naturaleza, -¿forman una clase especial? -¿Constituyen una categoría especial de seres, o son Espíritus que estuvieron encarnados como nosotros?
-“Que fueron y que serán”-.
-¿Pertenecen a los órdenes superiores o a los inferiores de la jerarquía espírita?
-“Según que su oficio sea más o menos inteligente. Los unos dirigen, los otros ejecutan; quien ejecuta las cosas materiales es siempre de orden inferior; así ocurre entre los Espíritus como entre los seres humanos”-.
XXXII.    (548) –Un Espíritu que asistiese a una batalla como simple espectador, -¿puede percibir la separación del Espíritu del cuerpo, en los caídos? Y, -¿cómo se le desenvolvería, bajo su mirada, este fenómeno?
-“Pocas desencarnaciones ocurren en forma instantánea. En la mayoría de los casos, el Espíritu, cuyo cuerpo ha sido afectado mortalmente, aún no ha adquirido conciencia de ello. Tan pronto lo perciba, se acerca al cuerpo, que permanece inerte, siendo la vida toda del Espíritu, es sólo a él mismo que se habla, y se dirige”-.

sábado, 5 de febrero de 2011

ARRIBA


¡ARRIBA!
Autora: Amalia Domingo Soler
La poetisa del Espiritismo

Del libro: LA LUZ QUE NOS GUÍA


Cuando dice el poeta: ¡Arriba! En esa altura supuesta por nuestra imaginación, o mejor dicho, por los antiguos sabios que le daban a la Tierra y al cielo tan distinta configuración de la que en realidad tiene, pues hoy gracias a los telescopios de gran potencia como dice muy bien Flammarion en sus “Tierras del Cielo” que en el Universo no hay alto ni bajo, ni derecha ni izquierda, de ningún género. El globo terrestre va como lanzado en el vacío, bogando en su órbita ídem con una velocidad de 650.000 leguas por día, (mil y cien veces más rápida que la marcha de un tren exprés, y setenta y tres veces superior a una bala de cañón) girando al mismo tiempo rápidamente sobre sí mismo. Lo que ahora está arriba para nosotros, poco tiempo después estará abajo y recíprocamente. No existe tal cielo, sino solamente una inmensidad infinita, en cuyo seno circulan los mundos. La medida de las distancias, de las magnitudes y de los movimientos, es la que nos ha enseñado esta verdad capital: que la Tierra es un astro del cielo, y que nosotros estamos actualmente en el cielo; el telescopio, acercándose a los demás planetas, ha aumentado su volumen aparente, y en vez de simples puntos luminosos errantes bajo la bóveda celeste, nos muestran hoy mundos gigantescos, tan voluminosos y más grandes que el que nosotros habitamos.

Antes estas verdades demostradas por la ciencia, el arriba material, la altura del cielo bíblico desaparece; pero queda la altura moral, queda la elevación del pensamiento, queda la eterna aspiración del alma, queda la mirada del hombre que cuando ora con verdadero sentimiento, cuando reza con el corazón, cuando implora el perdón de sus culpas y pide misericordia al autor de todo lo creado, nunca mira a la Tierra, siempre mira al espacio. Su cabeza no se inclina sino al paso del remordimiento, la Tierra únicamente atrae las miradas del criminal. Siempre miramos al cielo cuando abrigamos en nuestra mente un buen pensamiento, y siempre inclinamos la vista cuando nuestra conciencia nos dice que hemos faltado a nuestro deber.

Fijémonos en los niños: por lo general siempre suelen mirar al cielo, parece que sus ojos ven ya en el  horizonte sus antiguos lares, la luz les atrae. Cuando las madres preguntan a los pequeñuelos: dónde está Dios, hijo mío, antes que les enseñen a levantar el dedito al cielo, el niño por un movimiento intuitivo mira hacia arriba, y con su inocente sonrisa parece que nos dice: allí está, yo lo veo.

A veces una palabra despierta un mundo de recuerdos, y los versos del poeta han traído a nuestra imaginación las reminiscencias de una triste historia.

Hace veinticinco años que conocimos a una pobre anciana que tenía más de setenta inviernos, y pedía limosna para ella y para su hijo, que ya tendría más de cuarenta años: el infeliz era idiota, y pasaba su vista por las calles riéndose y llorando a la vez; y cuando uno le preguntaba: ¿Isidoro dónde quieres irte? El pobre idiota se reía y extendiendo su diestra señalaba al cielo, y exclamaba, ¡Arriba! ¡Quiero irme arriba!... La multitud le asediaban, le tiraban piedras, le mortificaban, y el infeliz Isidoro lloraba amargamente y gritaba: ¡Oh me quiero ir arriba!... ¡Pobrecillo! Vivía cerca de nuestra casa, y se puede decir que pasaba el día en nuestra calle, donde varias familias le daban limosna, y su madre solía hacer algunos mandados a las criadas. Una tarde tuvimos ocasión de hablar con aquella mujer en casa de una amiga nuestra que la socorría mucho, y le preguntamos si siempre su hijo había estado de aquella manera.

¡Ay! Sí, señora, contestó la anciana, esa ha sido mi desgracia. Antes de venir él al mundo, yo vivía como el pez en el agua, nada me faltaba, mi marido me quería muchísimo; él trabajaba de albañil, yo planchaba y rizaba encajes, y hacía flores, y la única pena que teníamos era el no tener hijos; a los diez años de casada vino Isidoro al mundo y su padre no tuvo el gusto de verlo; ¡Tanto como lo deseaba! El pobre se cayó de un andamio pocos días antes de nacer nuestro hijo, quedando muerto en el acto, y desde entonces se puede decir que no he hecho más que sufrir; porque Vd. no puede formarse una idea de lo que me ha hecho padecer mi hijo. Cuando pequeño no parecía tonto sino loco; cuando empezó a hablar no me llamaba, no me decía madre como dicen todas las criaturas.

¿Pues qué decía? Lo que dice ahora: yo me quiero ir arriba; pero esto acompañado de unos gritos horribles, y si no se ha matado, es porque Dios no ha querido, porque se ha caído de grandes alturas: dos veces se ha caído de una torre. ¡Parece increíble! Pues es verdad; salía corriendo diciendo: yo me quiero ir arriba, y no había hombres que le detuvieran. Cuando tenía doce años se cayó del balcón a la calle y se partió las dos piernas, y estuvo más de ocho meses en la cama, de ninguna manera quise que fuera al hospital, se curó en casa, y curado se levantó y volvió a las mismas. A lo mejor salía y se iba corriendo y yo detrás de él, hasta que caía rendido en el suelo. A los veinte años se volvió a caer de un balcón al patio y se rompió un brazo y también lo curé en casa, porque conocía que si se lo hubieran llevado al hospital se hubiera muerto, porque era un enfermo irresistible, sólo el cariño de una madre puede resistir aquella lucha continua, que era no descansar ni de día ni de noche. Entonces tuvo la viruela y se quedó ciego, y estuvo más de dos años sin vista, gritando: ¡Yo quiero ir arriba! Al fin vino un médico, creo que de Inglaterra, que hacía milagros curando a los ciegos, y una señora a quien yo le planchaba la ropa, compadecida de mí (que nunca me han faltado buenas almas), me dio una carta de recomendación para aquel médico que hacía prodigios, y en menos de tres meses recobró mi hijo la vista, y desde entonces parece otro, dejó de atormentarse con sus carreras y con sus gritos y ha vivido como Vd. ve, andando por las calles, otros días no quiere salir, llora como un niño y me dice :¡Madre, llévame arriba y así vamos pasando. Yo con tantos disgustos y tanta intranquilidad, que no tenía sosiego para hacer nada, fui perdiendo los parroquianos que me daban trabajo, la vista también me faltó de tanto llorar y concluí por pedir limosna de puerta en puerta para el hijo de mis entrañas.

¿Y en un asilo no estaría Vd. mejor? No señora porque estaría separada de mi Isidoro. ¿Vd. sabe lo que yo quiero a mi hijo? Si le quiero más que a mi vida; si no podría vivir separada de él; y sólo le pido a Dios una cosa. ¿Cuál? Que mi hijo se muera antes que yo; porque si yo me voy ¡Qué será de él! ¿Quién le abrigará cuando duerma? ¿Quién le buscará el pan? ¡Pobre hijo mío! No lo quiero pensar. ¡Pobre madre! Su ruego fue escuchado: Dios siempre escucha el ruego de las almas grandes.

Tres años después de la conversación que hemos referido, Isidoro cayó enfermo, y según nos contó luego su madre, poco antes de morir se incorporó, se sentó sobre el jergón que le servía de cama, se llevó las manos a la frente, lanzó un grito ahogado y después miró fijamente a su madre, único ser que le acompañaba y le dijo con voz entera: ¡Madre! He recobrado la razón, ahora conozco cuanto te he hecho
sufrir, ¡Pobre mujer! No llores, me dicen que nos reuniremos allá arriba; y se quedó muerto. En su entierro no llevó más duelo que su madre, aquella mujer que tenía un gran corazón, fue la única que acompañó a los cuatro enterradores que vinieron a recoger el cadáver de su hijo. Nosotros la encontramos en la calle cinco días después de haber fallecido Isidoro, y al contarnos la anciana lo que había ocurrido, terminó su relato diciendo; ahora sí que puedo irme cuando Dios me lleve, nada tengo que hacer aquí, mi hijo ya está arriba, y ahogando sus gemidos siguió su camino la infeliz mendiga.

¡Qué historia tan triste y tan tierna a la vez! Cuán cierto es que el amor, que es el primer demócrata del Universo implantando la ley de igualdad en este mundo, lo mismo anida en el palacio que en las cabañas; ¡Quién al ver aquella pobre vieja, encorvada bajo el peso de los años y de los sufrimientos, cubierta de harapos, que guarda un corazón tan grande y tan delicado sentimiento!... porque parece que la miseria llega a embrutecer a los seres. Esa vida nómada que llevan los pordioseros, sin casa, sin hogar, sin abrigo, todo lo más que tienen es un miserable tugurio, como tenía aquella pobre mujer, y sin embargo, nunca quiso encerrar a su hijo en un asilo, ni encerrarse ella; siempre decía: No, no, maltratarán a mi pobre Isidoro y a mi lado está mejor, ningún día se queda sin comer y de noche duerme tranquilo porque yo le vigilo, y si tiene frío le envuelvo con un viejo mantón y se pone tan contento...

No sabemos cuanto tiempo vivió la madre de Isidoro después de perder a su hijo, y en el momento que escribimos estas líneas, un Espíritu nos dice que aún vivió dos años, que recojamos nuestros pensamientos y prestemos toda nuestra atención a la comunicación que nos quiere dar. Nuestro deseo es difundir la luz, repitiendo lo que nos digan los seres de ultra-tumba, si comprendemos que su relato puede servir de alguna enseñanza a la humanidad.

“De alguna enseñanza puede servir lo que voy a dictarte; escribe Amalia, escribe: ¡Quién te diría cuando me conociste que yo te había de inspirar un escrito! ¡Yo! …el tonto como me llamaban cuantos me conocían, el pobre imbécil perseguido y apedreado por los chiquillos, y amparado por una infeliz anciana, que corría afanosa tras de aquel hijo que le costaba tantas lágrimas”.

“¡Quién diría al ver aquellos dos seres tan pobres, tan desamparados, tan harapientos, el uno decrépito sin poder sostenerse, el otro peor que un niño, sin un destello de inteligencia, sin un átomo de entendimiento, que lloraba amargamente cuando le alcanzaba alguna piedra, y decía entre sollozos. ¡Quiero irme arriba! ¡Quién podría pensar que aquel desventurado había descendido de un trono para venir a la Tierra a espirar sus iniquidades!”...

“Todos hubieran dicho, ¡Es imposible! Si alguno hubiese dado cuenta de mi vida pasada, y sin embargo, a pesar de parecer increíble es una verdad”.

“¡Yo! El pobre idiota, el que durmió muchos años de su vida sobre un delgado jergón, sin tener para envolverse y abrigarse más que la ropa que se quitaba su madre; en otra encarnación dormía sobre edredones, en un lecho de marfil y oro bajo un pabellón de púrpura, velando su sueño más de cien esclavos, y al despertarse todos aquellos hombres se arrodillaban ante él y él los dispersaba a latigazos si aún le duraba la embriaguez de su última orgía; bien es verdad que para él, en todos los momentos de su vida, lúcidos o turbados consideraba a los hombres del mismo modo que a sus perros, quizás con más desprecio los miraba todavía”.

“Para él, o mejor dicho para mí, el mundo no era más que un rebaño, los hombres; creía firmemente que su único destino era ser mis siervos, míos eran sus tesoros, mías eran sus mujeres, mío cuanto poseían, yo no sabía más que mandar: ¡Ay! Del que se negaba a obedecer”.
“A nadie quise ni a mis hijos, ni a las mujeres que me servían para satisfacer mis apetitos brutales, me creía un dios y por consiguiente tan superior a los demás seres, que todo me parecía que debía pertenecerme. Hasta el Sol me incomodaba a veces, porque salía contra mi voluntad, los astros tenían en mí un enemigo implacable, porque eran los únicos que en mis dilatados dominios seguían su marcha por los espacios, sin poderles imponer mi voluntad”.

“Sólo una mujer consiguió algún tanto dominar mi corazón de fiera. Era una sacerdotisa consagrada a los dioses, Adina era hermosa, hermosísima, su belleza no puedo explicártelo, había en sus ojos un brillo deslumbrador, su cuerpo no era de la misma materia que el de otras mujeres, no; era un ser transparente, parecía que dentro de ella había los rayos del sol cubierto con un vapor blanco y rosado, la arranqué de su templo, pero no a viva fuerza; cuando la vi, caí postrado a sus pies y le dije: ¿Quién eres?

Tu redención, me contestó Adina. Ven entonces conmigo, deja a tus dioses que yo soy un dios, sí, te seguiré, me dijo Adina pero ¡Ay de ti! Si tus labios impuros llegasen a manchar mi blanca vestidura”.

“La obedecí sumiso como un niño: ella eligió el lugar de su retiro, y me fijó los días que debía ir a escuchar su voz profética”.
“Yo ansiaba aquellos momentos, aunque sus vaticinios eran funestísimos, porque me decía:” “¡Infeliz! ¡Vuelve en ti! ¡Mira que vivirás mañana! ¡Yo hablo con los dioses! ¡Yo sé que te arrastrarás por la tierra como se arrastran los reptiles!... ¡Yo sé que vivirás muriendo… que tendrás hambre, que tendrás sed y no hallarás donde reclinar tu cabeza. Escúchame: yo amo tu alma, no tu cuerpo: monstruo execrable, yo sé que soy la encargada de purificar tu Espíritu porque yo escuché tu primer gemido, yo sorprendí la primera mirada inteligente que dirigiste en torno tuyo y pedí ser tu genio tutelar; pero ¡Ay! ¡Cuán lejos fueron tus iniquidades! Mas la luz podrá más que la sombra, mi amor te arrancará de los abismos y te llevará, sí, te llevará a las regiones luminosas. No profanes mi cuerpo, que soy de los dioses, ¡Ay de ti! Si tus labios impuros osaras acercarlos a mi frente. ¡Tiembla desgraciado! No emplees la violencia para conseguir mis caricias, que yo te acariciaré en otra vida… y la voz de aquella mujer me dominaba hasta el punto que delante de ella era dócil y tímido como un niño”.

“Un día fui a verla y me dijo: pronto dejarás la ierra, morirás como mueren todos los tiranos, asesinado por tus esclavos, piensa en mí y llámame cuando estés en la agonía, que yo seré el único Espíritu en la creación que rogará a los dioses por ti”.

“Déjame libre, no te opongas a mi paso, vuelvo a mi templo para pedir a los dioses que tengan misericordia de ti, y me ofreceré en sacrificio de tu iniquidad, nos veremos más tarde, porque yo tengo que seguir las huellas de tu vida, tú serás carne de mi carne, y hueso de mis huesos; yo besaré tu frente cuando estés purificado por el dolor”.

“Subyugado por aquella voz profética, caí de hinojos, extendí mis brazos hacia ella y lagrimas de arrepentimiento por primera vez, se desprendían de mis ojos”.

“Mi muerte fue como ella me predijo; un día estando en el baño mis esclavos me rodearon, me hirieron, y tuve que morir como ellos quisieron ahogado en mi propia sangre.”

“¡Cuánto tiempo estuve dentro de aquel baño! De mi  cadáver, ya no quedaba en la Tierra ni una partícula!... el fuego había calcinado mis huesos, las cenizas se las había llevado el huracán, hasta mi recuerdo se había borrado de la historia de los pueblos, y aún me creía yo estar dentro del baño viendo las feroces caras de mis esclavos y escuchando sus palabras que me decían; ¡Muere! Hora es ya que vuelvas al infierno de donde nunca debiste salir”.

“¡Cuánto tiempo resonaron aquellas palabras en mis oídos!... hasta que al fin oí una voz que me dijo ¡Infeliz! Dios tiene misericordia de ti, y como por encanto me vi solo, envuelto en una densa bruma”.

“Pasó tiempo, mucho tiempo… y volví a escuchar la misma voz que me dijo: volverás a la Tierra; yo iré contigo, yo saciaré tu hambre y calmaré tu sed; yo abrigaré tu cuerpo con los harapos que cubran el mío. Yo te amo con ese amor que nunca muere; contempla tu historia, y pide a Dios que te fortifique porque tienes que caer muchas veces en tu camino. Después me quedé en la sombra; sepulcral silencio y oscuridad profunda me ofrecieron horas de angustia y de reflexión; pensaba en Adina, la llamaba, pero ni el eco me respondía luego… como si estuviera ante una linterna mágica se fueron presentando ante mis ojos sobre un fondo luminoso todos los cuadros de mis horribles encarnaciones. ¡Cuán odioso me vi en todos ellos!, Únicamente cobré ánimo cuando me vi delante de la sacerdotisa Adina, de aquella mujer hermosísima a quien sin saber porqué no profané con mi aliento sino que humilde y reverente la adoré como se adora a un dios: aquel cuadro duró mucho más tiempo que los otros, y al desaparecer en lugar de hundirse a mis plantas como se habían hundido los demás, aquél se elevó sobre mi cabeza dejando tras de si reflejos luminosos, y entonces exclamé: ¡Quiero ir arriba!

“¡Trabaja y subirás! Me contestaron. Pero yo  entonces no me encontré con fuerzas para trabajar, sólo quise sufrir, quise ser menospreciado de todos, humillado, escarnecido, quise volver a la Tierra para ser juguete de los hombres y entré nuevamente en el mundo, tan pobre en todos sentidos, que ni entendimiento quise tener”.
“Yo era el pobre idiota que tú compadecías en tu juventud, yo era aquel que lloraba cuando me apedreaban los chicuelos y decía: ¡Quiero irme arriba! Porque en mi mente siempre veía la hermosísima figura de Adina que se perdía en la altura”.

“Yo ni comprendía entonces quién era, ni tampoco aunque hubiese dado giro a mis ideas, hubiese podido explicarme, porque apenas sabía hablar; no pronunciaba más que algunas frases, y hasta que me quedé ciego, no comprendí, mientras mi cuerpo reposaba, quien era mi madre, que coincidió mi descubrimiento con mi curación; por eso entonces cambié de carácter, porque aunque despierto yo no me había dado cuenta absolutamente de nada; cuando dormía mi Espíritu una noche se lanzó como de costumbre hacia arriba, porque todo mi afán era ver aquella figura luminosa, a la hermosísima Adina y una noche se me presentó un anciano y me dijo: Eres más feliz de lo que crees; la mujer de tus sueños, el Espíritu que trabaja en tu redención no está arriba, que los ángeles descienden a los abismos cuando tienen que salvar a un pecador”.

“Mira a la mujer que te sirve de madre; mira a la que ha querido compartir tus penas. La sacerdotisa que se inmoló por ti, volvió a la Tierra a seguir sus sacrificios en otro templo, en otro más grande que el anterior, en el templo inmenso del amor maternal. Contigo cruza la Tierra y no te abandonará, ella cerrará tus ojos y en menos tiempo que un segundo, vi junto a mí, a mi madre, no con su triste envoltura, sino radiante de belleza, y de imponente majestad, que inclinada sobre mi lecho sonreía amorosísimamente al pobre idiota de la Tierra”.

“Mis ojos tuvieron luz desde que la vi a ella. ¡Cuántos  misterios guardan vuestros mundos! Cuántos auxiliares tiene vuestra ciencia que desconocéis por completo”.

“¡Cuántos médicos creen que curan a sus enfermos y apenas toman parte en su curación!”. “¡Ella estaba conmigo. Ella, la sola mujer que yo respeté, el único ser que yo llegué a admirar,

¡Qué grande es el amor de los espíritus! ¡Ahora comprendo que Adina es mi ángel tutelar, y que el origen de su amor se pierde en la noche de los siglos”.

“¡Cuánto bien me hizo en la Tierra! En mi última encarnación ¡Cuánta ternura! ¡Cuántos sacrificios! ¡Cuánta abnegación! Ella, que por sus virtudes debía habitar en los mundos felices, quiso participar en todas las amarguras que tenían que rodear mi vida. Ese amor, ni yo tengo elevación para pintártelo ni definirlo, ni tú adelanto suficiente para comprenderlo. En la Tierra aún no adivinan ni se presienten esos efectos supremos, efluvios divinos del amor de Dios”.
“Pocos momentos antes de dejar ese mundo, recobré por completo la razón, comprendí cuanto había martirizado a mi madre, y sentí un dolor tan agudo en el corazón que aquella sensación no me dejó tener ni agonía, ni paz después de la turbación. Presencié mi entierro y vi la diferencia notabilísima que había de un tiempo a otro”.

“Cuando fui soberano de los pueblos, cuando mis dominios era tan extensos que no sabía el número de mis siervos, mis esclavos me asesinaron, me ahogaron en mi propia sangre, quemaron mi cadáver, arrojaron mis cenizas al viento y las multitudes ebrias de alegría organizaron fiestas para celebrar mi muerte, y cuando murió el pobre idiota, el infeliz mendigo, aquel ser que en medio de su imbecilidad lloraba amargamente si veía que maltrataban a un niño, o pegaban a un perro, o le daban latigazos a un caballo; cuando murió aquel pordiosero, que no hizo ningún bien, pero que siempre le horrorizó el mal, una madre amorosísima, un Espíritu de luz recibió mi último suspiro y fue acompañado mi cadáver hacia la mansión de los muertos, y durante dos años, rezó por el descanso de mi alma con la fe del creyente y más de una vez fue al cementerio a llorar en la fosa de su hijo, y cuando algunas almas compasivas le hablaban a mi madre de su pobre Isidoro, solían decirle: No rece Vd. por él, si era un inocente, ¡Pobrecillo! Él sí que se fue del mundo sin pecar”.

“¡Qué diferencia de la muerte del tirano y la muerte del mendigo! Cuando desapareció el primero, hasta la tierra se alegró: cuando se fue el segundo, si algunos le consagraron un recuerdo, fue para decir ¡Pobrecillo! Él sí que no pecó. Y ella ¡Adina! Aquel alma sublime lloró por el hijo de su corazón!”.

“¡Amor de los espíritus! ¡Amor inmenso! ¡Amor supremo! ¡Amor que salva! ¡Amor que regenera! ¡Amor que nos engrandece! ¡Amor que nos eleva desde los abismos de la barbarie a las alturas del progreso!”.

“Yo presentía ese amor en medio de mi idiotismo; por eso exclamaba siempre que me atormentaban: ¡Quiero irme arriba! Porque en la altura yo veía la luz”.

“Y tú, tú que evocando mi recuerdo me has permitido comunicarme contigo, tú que también has dicho en tus horas de alucinación: ¡Quiero irme arriba! No olvides Amalia que arriba no se puede ir, sino después de haber amado mucho, de haber sufrido mucho; tú ya has sufrido, pero aún no has amado como se debe amar para ver la luz, yo tampoco puedo verla todavía, pero la veré porque me ama tanto el Espíritu que me sirvió de madre en mi última encarnación, que su amor obrará en mí prodigios”.

“Si vuestros libros sagrados dicen que la fe transporta las montañas, yo te digo, Amalia, que el amor de los espíritus transporta los mundos”. “En agradecimiento a tu condescendencia en recibir mi inspiración, me despido de ti dándote un consejo: trabaja y ama; el trabajo le dará energía a tu Espíritu, el amor engrandecerá tus sentimientos”.
Adiós buen Espíritu; mucho nos has complacido con tu comunicación, porque presta a profundas consideraciones, también como tú deseamos ir arriba, también decimos como el poeta: Sube alma mía, que arriba tendrás sombra, fuiste arriba, pero también comprendemos que las almas no suben por la escala de Jacob, sino amando el sacrificio, santificando el trabajo, difundiendo la luz de la verdad, sólo entonces llegarán a la cima donde el patriarca vio en sus sueños a Dios.

Voluntad tenemos, queremos ir arriba, queremos ser sabios, grandes y buenos, queremos dejar la Tierra y habitar en mundos mejores, queremos vivir entre torrentes de luz, contemplando horizontes de vivos colores, aspirando el embriagador perfume de flores que nuca se marchitan, queremos ser amados y amar como aman los espíritus para que nuestra alma realice sus sueños, para que después de luengos siglos podamos en alas del progreso ¡Ir arriba!

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