ENSAYO
SOBRE LA DOCTRINA UNIVERSAL
Autor: ALLAN KARDEC
Versión castellana: Giuseppe Isgró C.
Conclusión final de: EL LIBRO DE LOS ESPÍRITUS
La obra cumbre del pensamiento universal
Quien de magnetismo no conoce más que el juego de aquellos pequeños patitos imantados que se hacen girar sobre el agua de una cubeta, difícilmente podría comprender que el mismo encierra el secreto del mecanismo del universo y de las evoluciones de los mundos. Asimismo, también, quien del Espiritismo no conoce sino el movimiento de las mesas, ve en ello pura diversión; un pasatiempo de conversación; dejando de percibir que aquel fenómeno tan simple y común, conocido en la antigüedad, y aún de pueblos medios salvajes, pueda conectarse con las más importantes cuestiones de orden social. Y de hecho, para un observador superficial cuál relación puede tener una mesa, que gira, con la moral y el porvenir de la humanidad? Pero, quien reflexiona se recuerda, como de la simple marmita, cuyo contenido en ebullición eleva la tapa, desde remotas épocas, se derivó el motor a vapor.
Ahora bien, vosotros que no creéis a nada fuera del mundo material, sabed que de aquella mesa que gira, y se mueve, provocando vuestra desdeñosa sonrisa, nació toda la ciencia, la solución de aquellos problemas que ninguna filosofía había podido resolver. Se hace un llamado a todos los adversarios de buena fe, preguntándole si se han molestado en estudiar aquello que critican, por cuanto, en buena lógica, la crítica no tiene valor si el que la realiza no conoce a fondo el tema. Burlarse de lo que se ignora, sin someterle al análisis consciente de la investigación, no es criticar, sino una demostración de ligereza, arrojando una idea poco favorable del propio criterio. No hay duda que, si hubiésemos presentado esta filosofía como la obra de una determinada persona, ella habría sido acogida con menor desdén, y recibido el honor de ser examinada por quienes pretenden dirigir la opinión pública. Pero, ella viene de los Espíritus: Que absurdidad! Es ya mucho si se dignan de mirarla; ella se juzga por el título, al igual que el mono de la fábula juzgaba la nuez por la cáscara. Probad, temporalmente, a dejar de lado el origen; suponed que este libro sea la obra de un ser humano, y decid, en conciencia, si, después de haberlo leído con ponderación, encontráis en él materia de burla.
II
El Espiritismo, -la Doctrina Universal-, es el más formidable antagonista del materialismo; por lo cual no es para maravillarse que tenga a los materialistas por adversarios. Pero, desde el momento en que el materialismo es una doctrina que pocos osan profesar abiertamente, (lo que prueba que no se creen muy fuertes, y que no pueden hacer callar a la conciencia), ellos se cubren con la máscara de la ciencia y de la espiritualidad, y (cosa singular!) hasta los más escépticos hablan en nombre de la espiritualidad, que no conocen, y no comprenden mejor que el Espiritismo. Sus enfoques son, sobretodo, lo maravilloso y lo sobrenatural, que no admiten. Ahora, según ellos, el Espiritismo, no puede ser, más que una ridícula utopía. Ellos no reflexionan que, negando sin más, lo maravilloso y lo sobrenatural, niegan, también, la espiritualidad que se apoya sobre la revelación y sobre los hechos extraordinarios. Entonces, qué es la revelación? Comunicaciones extrahumanas, de las cuales, comenzando por Moisés, han hablados todos los autores especializados en la materia. Y, qué son los hechos extraordinarios? Hechos maravillosos y “sobrenaturales” por excelencia, es decir, derogaciones a las leyes de la naturaleza. Por lo cual, repudiando lo maravilloso y lo “sobrenatural”, lo hacen, también, con las bases de la espiritualidad.
Pero, no es por este lado que nosotros debemos considerar la cuestión. No es al Espiritismo a quien le corresponde examinar, si existen o no “hechos extraordinarios”; vale decir, si Dios puede, en algunos casos, derogar las leyes eternas, que regulan el universo. El Espiritismo deja, sobre este particular, plena libertad de creencia, limitándose en afirmar, y en probar que los fenómenos espiritas, sin excepción, son las consecuencias de leyes generales, y nos revelan una de las fuerzas de la naturaleza, hasta ahora desconocida, o, mejor dicho, incomprendida, pero que, como lo demuestra la observación, se encuentran en el orden de las cosas. El Espiritismo, por lo tanto, se funda sobre lo maravilloso y lo sobrenatural en menor grado de otras corrientes de espiritualidad. Quienes se les oponen por este motivo, no le conocen, y, aunque fuesen los más doctos entre los humanos, les decimos: si vuestra ciencia, que os ha enseñado todas las cosas, no os ha, también, impartido que el reino de la naturaleza es finito, no sois más que pseudos-sabios.
III
Vosotros decís que queréis curar el siglo de una manía que amenaza de invadir el mundo. Los preferiréis colmado por la incredulidad que buscáis de propagar? No es, quizá, al defecto de cada creencia, que se deben atribuir el relajamiento de los ligámenes de familia, y la mayor parte de los desordenes que minan la sociedad? Demostrando la existencia y la inmortalidad del Espíritu, el Espiritismo reaviva la fe en el porvenir, eleva los ánimos abatidos y hace soportar con resignación las vicisitudes de la vida. Está esto mal? Dos doctrinas están frente a frente: Una, niega el porvenir; la otra, lo proclama, y lo demuestra; la primera no explica nada, la segunda, lo explica todo, y por lo tanto, se dirige a la razón. Una consagra el egoísmo; la otra sustenta la convivencia social, la justicia, la solidaridad y el amor al prójimo. La primera preconiza el presente y destruye cada esperanza; la segunda, consuela y abre el vasto campo del porvenir. Cuál de las dos es, verdaderamente, nociva?
Algunos, y son los más escépticos, se hacen los apóstoles de la fraternidad y del progreso; pero la fraternidad presupone el desinterés y la renuncia de la personalidad: con ella el orgullo es una anomalía. Con cuál derecho queréis imponer un sacrificio a quien aprende de vosotros que, con la desencarnación todo ha terminado, y que mañana, quizá, él no será más que una maquina vieja e inútil? Por cuál razón se privará a sí mismo en beneficio de otros? No es, quizá, más natural que, en los breves instantes de esta modesta existencia, busque de vivir lo mejor que pueda? De esto se deriva el deseo de poseer mucho para gozar abundantemente; pero, de este deseo nace la envidia hacia aquellos que tienen más que él, y de esta envidia a tomar para sí lo ajeno no hay más que un paso. Qué le hace controlarse? La ley? Pero, la ley se puede eludir. La conciencia, el sentimiento del deber, diréis vosotros, Pero, sobre qué fundáis el sentimiento del deber? Tiene, quizá, razón de ser con la creencia de que todo termina con la vida? No: para quienes no creen en otra cosa más que en la materia, la máxima que su razón les dicha es: Cada uno para sí, y las ideas de fraternidad, de conciencia, de deber, de humanidad y de progreso, no son más que vanas palabras.
O vosotros, que sostenéis tales doctrinas, no sabéis todo el mal que hacéis a la familia humana, ni de cuántos delitos asumís la responsabilidad? Pero, por qué mencionamos la responsabilidad? Para el escéptico que rinde homenaje solo a la materia, no existe tal cosa.
IV
El progreso del género humano tiene su principio en la aplicación de la ley de la justicia, del amor y de la solidaridad; pero esta ley se funda sobre la certeza del porvenir. Quitad esta certeza, y les quitaréis la base. De la ley de justicia, de amor y de solidaridad se derivan todas las demás, por cuanto abraza todas las condiciones de la felicidad del ser humano. Ella, únicamente, permite sanar las plagas de la sociedad, que puede juzgar en la confrontación de las edades y de los pueblos, como la propia condición se mejora, gradualmente, en la medida en que aquella es comprendida y practicada. Ahora, si una aplicación parcial e imperfecta produce un bien real, qué resultará cuando el ser humano haya conformado las bases de todas las instituciones sociales? Y, es posible? Sí, porque si ha dado diez pasos, puede hacerlo, también, con veinte, treinta, y así sucesivamente. Por lo tanto, podemos juzgar el porvenir del pasado. Desde ya vemos extinguirse las antipatías entre un pueblo y otro; las barreras, por las cuales se encontraban divididos, se derrumban frente a la civilización; ellos se dan la mano de una parte a otra, en el mundo; un mayor grado de justicia se expresa en las leyes internacionales; las guerras, día a día son más raras, y no excluyen los sentimientos de humanidad; la uniformidad se establece en las relaciones sociales; las distinciones de grupos étnicos y de castas se borran, y las varias creencias olvidan los prejuicios de sectas para expresarse en la adoración de un solo Dios. Hablamos, se entiende, de los pueblos que caminan al frente de la civilización. (Ver Nº 789-793). Es verdad que en todos estas relaciones nos encontramos, todavía, muy lejos de la perfección, y que quedan por superar, aún, gran número de antiguas rémoras, antes de que hayan desaparecidos los últimos vestigios de la barbarie. Pero, aquellas condiciones podrán, quizá, resistir por largo tiempo la acción imparable del progreso, fuerza viva, ley ineluctable de la naturaleza? Si la generación presente es más adelantada que la pasada, por qué la que le seguirá no será más progresada que la nuestra? Sí, lo será por la fuerza misma de las cosas; antes de todo, porque con las generaciones se extinguen, cada día, los seres humanos todavía apegados a los viejos abusos, y de esta manera, la sociedad se forma de nuevos elementos, libres de antiguos prejuicios. Y, después, porque el ser humano, queriendo el progreso, estudia los obstáculos que se les oponen, esforzándose por superarlos. Por cuanto es innegable el movimiento del desarrollo, el progreso del porvenir está fuera de toda duda. Se encuentra en la naturaleza del ser humano la necesidad de ser feliz, y de buscar el progreso para acrecentar la suma de su felicidad, por cuanto, si no fuese así, esto no tendría sentido. Dónde residiría el progreso si el ser humano no debiese mejorar su condición? Pero, cuando él tendrá la suma de las satisfacciones que puede aportar el progreso intelectual, se percatará de no tener la felicidad completa; reconocerá que ésta es imposible sin la seguridad de las relaciones sociales, y que una tal seguridad se puede encontrar, únicamente, en el progreso moral. En consecuencia, él mismo, por la fuerza de las cosas, impulsará el progreso sobre esta vía y el Espiritismo, -la Doctrina Universal-, le proporcionará la palanca más poderosa para alcanzar el objetivo.
V
Aquellos que dicen que las creencias espiritas amenazan con invadir el mundo, confirman su potencia, por cuanto, una idea sin fundamento, y privada de lógica, no podría hacerse universal. Si, por lo tanto, el Espiritismo, -la Doctrina Universal- toma raíz por todas partes, y se propaga, en particular, como todos reconocen, entre las personas más cultas, quiere decir que tiene un fondo de verdad. En contra de esta tendencia resultarán inútiles todos los esfuerzos de sus detractores; prueba de esto es que, el ridículo, con el cual han tratado de cubrirlo, en vez de afectarle, parece haberle dado mayor vigor. Este hecho justifica, plenamente, lo que los Espíritus nos han dicho miles de veces: -“No os inquietéis por la oposición; todo lo que se haga en vuestro perjuicio, os resultará beneficioso, y los más empedernidos adversarios servirán a la causa espirita sin quererlo. En contra de la voluntad de Dios no prevalecerá la mala voluntad de algunos seres humanos”-.
Por medio del Espiritismo, -la Doctrina Universal-, la humanidad debe entrar en una nueva fase: la del progreso moral, que es la consecuencia inevitable. Cesad, por lo tanto, por la rapidez con la cual se propagan las ideas espiritas. La causa reside en la satisfacción que ellas aportan a quien las examina a fondo, descubriendo otra cosa diferente al frívolo pasatiempo. Ahora, dado que cada quien desea su propio bien, no debe extrañar que las personas se interesen por las ideas que las rinden felices. El desarrollo de estas ideas consta de tres diversos períodos: el primero es el de la curiosidad excitada por la extrañeza de los fenómenos: el segundo: el del razonamiento y de la filosofía; y, el tercero: el de las aplicaciones y de las consecuencias. El primer período ya pasó, por cuanto la curiosidad no dura mucho tiempo, satisfecha que ella sea, la mayoría abandonan el objeto para centrarse en otro. El segundo, ya comenzó. El tercero, vendrá, inevitablemente, acto seguido. El Espiritismo, -la Doctrina Universal-, ha recorrido un largo camino desde que fue comprendido en su íntima esencia y se ha visto su eficacia, por cuanto toca la cuerda más sensible del ser humano, la de su felicidad en este mundo y en el otro. He aquí el motivo de su difusión, el secreto de la fuerza que le da el triunfo. Por ahora, rinde felices a quienes lo comprenden; más tarde su influencia será universal. Aquellos mismos que no han tenido la oportunidad de asistir a algún fenómeno material de manifestaciones, reflexionan: más allá de estos fenómenos existe toda una nueva filosofía- Esta filosofía nos explica lo que ninguna otra había hecho; encontramos, con solo el razonamiento, la demostración racional de los problemas de los cuales depende todo nuestro porvenir; ella nos rinde tranquilos, seguros, confiados, porque nos libera del tormento de la duda. Frente a todo esto, la cuestión de los fenómenos materiales no es más que secundaria.
O vosotros, que atacáis esta doctrina, queréis un medio para combatirla con buen éxito? He aquí: sustituidla con algo mejor; encontrad una solución más filosófica a todas las cuestiones que ella resuelve; dad al ser humano otra certeza, que lo rinda más feliz y buscad de comprender bien esta palabra certeza, por cuanto él no admite como cierto sino lo que encuentra lógico. El decir, como hacéis vosotros: -“no es verdad”, es muy fácil, no basta. Probad, no ya con una negación, sino con hechos, que la cosa jamás ha sido, ni puede ser, y demostrad, en fin, que las consecuencias del Espiritismo no son aptas a rendir mejores a los seres humanos, y, por lo tanto, más felices por la práctica de la más pura moral, la cual mucho se elogia, pero que se precisa practicar en mayor grado. Logrado que hayáis en hacer esto, sólo entonces tenéis el derecho de combatirlo. El Espiritismo, -la Doctrina Universal-, es fuerte, porque se apoya sobre las bases de la espiritualidad: Dios, -El Creador Universal-, el Espíritu, las penas y las recompensas futuras cuales consecuencias naturales de la vida terrestre, y porque en su cuadro del porvenir no hay cosa alguna que repugne a la razón más exigente. Y vosotros, al opuesto, cuya doctrina se compendia, toda, en la estéril negación de este porvenir, cuál resarcimiento ofrecéis para los dolores de aquí abajo? Vosotros os apoyáis sobre la incredulidad, en cambio el Espiritismo lo hace sobre la fe en Dios. Él invita a los seres humanos a la felicidad, a la esperanza, al verdadero amor fraterno, y vosotros les dais a ellos la nada por perspectiva y el egoísmo por consolación. Él explica todo, y vosotros no explicáis nada. Él prueba con hechos, y vosotros no probáis ni siquiera con las palabras. Cómo queréis que se pueda dudar en la elección entre las dos doctrinas?
VI
Se formaría un concepto erróneo del Espiritismo quien creyese que él deriva su fuerza de la práctica de las manifestaciones materiales, y que, por lo tanto, obstaculizando a éstas, se le pueda destruir en su base. Su fuerza reside en la filosofía, en su apelación a la razón y al buen sentido. En los tiempos antiguos, fue objeto de estudios misteriosos, cuidadosamente fuera del alcance del vulgo; pero hoy, no tiene secretos. Habla un lenguaje claro, explícito, sin ambigüedad; no conoce misterios, ni alegorías susceptibles de falsas interpretaciones; quiere ser comprendido por todos, por cuanto ha llegado el tiempo de decir a los seres humanos la verdad. Más que oponerse a la difusión de la luz, actúa con la finalidad de que se convierta en universal. No exige fe ciega; enseña que se debe comprender aquello que se cree, y de esta manera, fundado en la razón, será siempre más fuerte de quienes se fundan en la nada. Los obstáculos que alguno tentase de poner a la libertad de las manifestaciones, podría sofocarlo? No, porque produciría el efecto de todas las persecuciones: el de excitar la curiosidad y el deseo de conocer lo que sería prohibido. Por otra parte, si las manifestaciones espiritas fuesen privilegio de una sola persona, sería cierto que, quitando a este del medio, todo habría acabado. Pero, lamentablemente, para los adversarios, ellas son muy comunes, desde la persona más humilde hasta a más ilustre, desde los palacios hasta la sencilla vivienda. Se puede anteponer una prohibición al ejercicio público; pero, se nota que ellas prefieren, precisamente, la intimidad. Ahora, quién puede impedir a una familia entre las paredes domésticas, a quienquiera que sea en el silencio de su habitación, al prisionero mismo guardado en una celda, de tener comunicaciones con los Espíritus, sin conocimiento, y aún, en la presencia de sus vigilantes? Y, si las prohíben en un país, podrán hacerlo, también, en los países vecinos, y después en el mundo entero, por cuanto no hay una región, en los continentes, en la cual no haya médiums, y que, para hacerlos prisioneros a todos haría falta poner bajo llave la mitad del género humano? Si después, lo cual no sería más fácil, hoy se llegase a quemar todos los libros de Espiritismo, mañana se verían reproducidos, por cuanto la fuente es inagotable, no pudiéndose ni encarcelar ni quemar a los Espíritus, quienes son los verdaderos autores.
El Espiritismo no es obra del ser humano; ninguno puede decirse su inventor, por cuanto es antiguo como la creación y se encuentra en cada lugar, en todas las espiritualidades. Los varios ordenes de Espíritus, sus relaciones ocultas y manifiestas con los seres humanos, los Espíritus protectores, la reencarnación, la emancipación del Espíritu durante la vida del cuerpo, la segunda vista, las visiones, las manifestaciones de todo tipo, las apariciones, inclusive hasta las apariciones tangibles, son cosas que se encuentran en la historia. En cuanto a los demonios, ellos no son más que los Espíritus imperfectos, y, salvo la creencia de que ellos son condenados al mal en eterno, mientras que, en verdad, a ellos no les cierra, jamás, la vía del progreso, por lo cual no existe, en ellos, más que una diferencia de nombre.
Qué hace la ciencia espirita moderna? Recoge en un cuerpo de doctrina las enseñanzas dispersas; explica en términos propios lo que había sido dicho en un lenguaje alegórico. Elimina las partes de la superstición y de la ignorancia. Para que brille en todo su esplendor la luz, muestra las cosas como son, y las coordina, pero no crea nada, por cuanto sus bases fueron de todos los tiempos y lugares. Quién, por lo tanto, osaría estimarse tan fuerte? Si ella se proscribe de un lado, renacerá del otro, sobre el terreno mismo del cual habrá sido excluida., porque es una fuerza en la naturaleza, y no le es dado al ser humano de anular ni de poner su veto a los decretos de Dios.
Pero, por otra parte, qué interés se tendría de impedir la propagación de las ideas espiritas? Ellas combaten los abusos que nacen del orgullo y del egoísmo. Ahora, estos abusos, si sirven a unos pocos, perjudican los derechos de la generalidad; por lo tanto, las ideas espiritas tendrán para sí la generalidad, y en contra de sí a aquellos pocos, que se aprovecharon de los males ajenos. Carecería de percepción quien dejase de ver como las ideas espiritas rinde mejores a los seres humanos, menos ávidos de los intereses materiales, y más resignados a los decretos de la Providencia, las cuales constituyen una garantía de orden y tranquilidad.
VII
El Espiritismo, -la Doctrina Universal-, se presenta bajo tres aspectos: el hecho de las manifestaciones, los principios de la filosofía y de moral que se les derivan, y la aplicación de estos principios. Por lo tanto, tres clases, o, más bien, tres grados, entre los adeptos: 1º Aquellos que creen en las manifestaciones, y se limitan a ensayarlas, reduciendo todo a una ciencia experimental; 2º Aquellos que comprenden sus consecuencias morales; y, 3º Aquellos que practican, o se esfuerzan de practicar la moral. Cualquiera que sea, pero, el aspecto, científico o moral, bajo el cual se consideren estos singulares fenómenos, cada quien comprende que se deriva de ellos un orden de ideas todo nuevo, cuyas consecuencias deben producir una profunda y benéfica modificación hacia lo mejor en el estado de la humanidad; y cada quien comprende, como esta modificación no se pueda producir más que en este sentido.
Por cuanto se refiera a los adversarios, también ellos se pueden clasificar en tres clases, es decir:
1. Aquellos que niegan por sistema todo lo que es nuevo, o no se deriva de ellos, y hablan sin conocimiento de causa. En este grupo se encuentran todos quienes, no admiten cosa alguna, que no sea percibida por los sentidos: estos no han visto nada, y no quieren ver nada por temor de verse obligados de reconocer sus propios errores. Para ellos el Espiritismo es una quimera, una tontería y una utopía. Son los incrédulos por prevención. Entre ellos pueden incluirse a quienes se dignaron en asistir a alguna sesión por escrúpulo de conciencia y para poder decir: he querido ver, pero no he visto nada! Estos no comprenden que no es suficiente media hora para profundizar en una ciencia.
2. Aquellos que, si bien íntimamente están convencidos de la realidad de los fenómenos, todavía se niegan por motivos de interés personal. Para ellos el Espiritismo existe; pero, dado que tienen temor de sus consecuencias, lo tratan como a un enemigo.
3. Aquellos que encuentran en la moral espirita una censura muy severa sobre sus propias acciones, actos, o inclinaciones. El Espiritismo, pero, tomado en serio, por ellos, les resultaría molesto. Estas personas no condenan ni aprueban; prefieren cerrar los ojos.
Los primeros son movidos por el orgullo y la presunción; los segundos, por el interés y la ambición; y, los terceros, por el egoísmo. Se comprende bien como estas causas de oposición, no teniendo nada de sólido, deben desaparecer en el tiempo, por cuanto, buscaremos en vano una cuarta clase de antagonistas, que se apoyase sobre pruebas contrarias verdaderamente serias, y demostrase un estudio concienzudo y asiduo de la cuestión. Todos oponen la negación, pero, nadie lo hace con una demostración seria e incontrastable.
Seria esperar mucho de la naturaleza humana si se creyese que ella se pueda transformar de repente por la fuerza de las ideas espiritas. Su eficacia no es la misma en todos aquellos que las profesan; pero, sea cual fuere el efecto, aún pequeño, siempre resulta en un avance, aunque no fuese que el de dar una prueba de un mundo extracorpóreo, la cual cosa implica la negación de las doctrinas materialistas. Esta es la consecuencia de los hechos; pero, sobre quienes comprenden el Espiritismo filosófico, y descubren otra cosa que los meros fenómenos más o menos curiosos, tiene unos efectos más importantes, entre los cuales, el principal y más generalizado, aquel de desarrollar el sentimiento de espiritualidad en quien, sin ser materialista, no se ocupaba, para nada, de las cosas espirituales, y de hacerle ver la desencarnación de manera diferente, no ya con anhelo, por cuanto el espirita defenderá su vida como cualquier otro, pero con una indiferencia, que se la hace aceptar sin rebelión, y sin lamentarlo, como un evento más bien agradable que temible, por la certeza del estado mejor que le sucede. El segundo efecto, casi generalizado como el primero, es la resignación en las vicisitudes de la vida. El Espiritismo hace ver las cosas desde un punto de vista tan elevado, que la existencia terrena pierde las tres cuarta parte de su importancia, y el ser humano no se lamenta más, excesivamente, por las tribulaciones que les acompañan, de tal modo que él obtiene mayor coraje en las aflicciones, moderación en los deseos, y ninguna tentación de abreviar sus días, por cuanto la ciencia espirita enseña que con la desencarnación voluntaria una persona pierde todo lo que quería ganar. La certeza, después, de un porvenir, que depende de él convertir en feliz, y la posibilidad de comunicar con los seres que él lloraba como perdidos, ofrecen al espirita supremas consolaciones, y su horizonte se engrandece hasta el infinito por el espectáculo de la vida en la dimensión espiritual, de la cual puede escrutar sus misteriosas profundidades. El tercer efecto es aquel de inspirar indulgencia por los defectos ajenos. Lamentablemente, el principio egoísta y sus frutos, en el ser humano, son los vicios más tenaces, y, por lo tanto, los más difíciles de erradicar. Él asume algunos sacrificios siempre que no le representen un costo, y no le priven de nada. El oro tiene para él irresistibles atracciones, y muy pocos entienden la palabra superfluo, cuando se trata de ellos mismos; es por esto que la victoria sobre el propio egoísmo es el signo del máximo progreso.
VIII
Los Espíritus, inquiere alguno, enseñan, quizá, una moral nueva, superior a la que enseñó Jesús? Si su moral es la misma, a qué sirve el Espiritismo? Igual razonamiento había hecho el califa Omar, frente a la biblioteca de Alejandría: -“Si contiene, únicamente, lo que se encuentra en el Corán, es inútil, y por lo tanto, se debe quemar; si, después, contiene otras cosas, es nociva, y por lo tanto, se debe quemar”.
COMENTARIO EXEGÉTICO GIC:
Se le atribuye, en variadas fuentes, al califa Omar la destrucción de la biblioteca de Alejandría, pero ello no es totalmente cierto, ya que ella sufrió diversas destrucciones sistemáticas en diferentes épocas, desde Julio César. Quizá, lo que quedaba de la misma, en el siglo VII de nuestra era, era tan exiguo que no tenía nada que ver con la totalidad de la misma en sus tiempos de mayor esplendor. En todo caso, es gracias a los árabes, en las escuelas de traductores de Córdoba y Toledo, en España, y en la de Palermo, en Sicilia, más el aporte de los humanistas en los siglos XIV, XV y XVI, que se salvan las pocas obras que nos quedan de la antigüedad clásica. Los árabes las tradujeron del griego al árabe, y de éste al castellano. Esa destrucción masiva del gran legado de la antigüedad clásica, mediante la cual se perdió en torno al 80% del mismo, fue debido a ese movimiento que naciera en el primer concilio de Nicea, en el año 325 de nuestra era. Frente al mismo, el Islam representó un punto de equilibrio en la historia del mundo occidental, que evitó que el oscurantismo se impusiera en mayor grado, evitando la destrucción total del acervo cultural de la humanidad. Es la ley de acción y reacción; la luz que evacua la oscuridad. Sólo basta encender la luz de la Doctrina Universal, lo demás vendrá por añadidura. Hasta los detractores del progreso se verán obligados, por la acción de la ley cósmica, a cooperar por la difusión de la luz de la verdad universal.
Se le atribuye, en variadas fuentes, al califa Omar la destrucción de la biblioteca de Alejandría, pero ello no es totalmente cierto, ya que ella sufrió diversas destrucciones sistemáticas en diferentes épocas, desde Julio César. Quizá, lo que quedaba de la misma, en el siglo VII de nuestra era, era tan exiguo que no tenía nada que ver con la totalidad de la misma en sus tiempos de mayor esplendor. En todo caso, es gracias a los árabes, en las escuelas de traductores de Córdoba y Toledo, en España, y en la de Palermo, en Sicilia, más el aporte de los humanistas en los siglos XIV, XV y XVI, que se salvan las pocas obras que nos quedan de la antigüedad clásica. Los árabes las tradujeron del griego al árabe, y de éste al castellano. Esa destrucción masiva del gran legado de la antigüedad clásica, mediante la cual se perdió en torno al 80% del mismo, fue debido a ese movimiento que naciera en el primer concilio de Nicea, en el año 325 de nuestra era. Frente al mismo, el Islam representó un punto de equilibrio en la historia del mundo occidental, que evitó que el oscurantismo se impusiera en mayor grado, evitando la destrucción total del acervo cultural de la humanidad. Es la ley de acción y reacción; la luz que evacua la oscuridad. Sólo basta encender la luz de la Doctrina Universal, lo demás vendrá por añadidura. Hasta los detractores del progreso se verán obligados, por la acción de la ley cósmica, a cooperar por la difusión de la luz de la verdad universal.
No; el Espiritismo no enseña una moral diferente de la de Jesús. Pero, nosotros, preguntaremos, a nuestra vez: Y antes de Jesús, los seres humanos no tenían la ley dada por Dios a Moisés? Su doctrina no se encontraba, ya, contenida en el Decálogo? Se dirá, por esto, que la moral enseñada por Jesús haya sido inútil? Preguntaremos, también, a quienes niegan la utilidad de la moral espirita, por qué razón, ellos, que exaltaron su sublimidad, son los primeros en infringir la base que es la solidaridad universal? Los Espíritus vienen no sólo a confirmarla, sino en señalar su utilidad práctica, a rendir inteligibles y evidentes las verdades que habían sido enseñadas en forma alegóricas, y a definir los problemas más abstractos de la psicología. Si Jesús ha venido a la tierra para mostrar a los seres humanos la vía del verdadero bien, con la misión de Dios de hacer revivir la ley desconocida, por qué, ahora, Dios, no enviaría a los Espíritus a suscitarla de nuevo, y con mayor precisión, por cuanto ella se olvida para sacrificar todo al orgullo y a la codicia? Quién osaría poner límites a la potencia de Dios, y trazarle las vías a seguir? Quién puede aseverar que los tiempos predichos no estén por cumplirse, y que no hayan venido, ya, aquellos en cuyas verdades mal comprendidas, o falsamente interpretadas, deban revelarse claramente al genero humano para acelerar su progreso? No tienen, quizá, un carácter providencial estas manifestaciones, que se producen, contemporáneamente, sobre todos los puntos del globo? No es más una sola persona, un profeta, que viene a amonestarnos; la luz surge por todas partes; un nuevo mundo, entero, se nos despliega frente a los ojos. Al igual que el descubrimiento del microscopio nos ha revelado el mundo de lo infinitamente pequeño, que no sospechábamos. Lo mismo ocurrió con el telescopio, que nos ha mostrado los billones de billones de mundos, que, igualmente ignorábamos. De igual manera las comunicaciones espiritas nos revelan el mundo invisible, que nos circunda, nos sigue en cada lugar, y toma parte, sin nosotros saberlo, en todo lo que hacemos. Dad tiempo al tiempo, y la existencia de este mundo, que a todos nos espera, será innegable como la del mundo microscópico y de los mundos perdidos del espacio. Os parece poca cosa el haber aprendido a conocer todo un mundo, el haber sido iniciado en los misterios de la vida de la dimensión espiritual? Es verdad que estos descubrimientos, si así se pueden denominar, contrastan, en parte, con ciertas ideas preconcebidas; pero, no es, también, verdad, que todos los grandes descubrimientos científicos han modificado, dándole un cambio total, aun a las ideas más acreditadas? Y, nada menos, nuestro amor propio se vio obligado a replegarse a la evidencia. Otro tanto ha ocurrido con el Espiritismo, que ya tiene el derecho de ciudadanía entre las humanas disciplinas.
Las comunicaciones con los seres de la dimensión espiritual nos permiten conocer la vida futura con las penas y las recompensas que esperan según nuestros méritos, y en consecuencia, reconducen al Espiritismo a quienes no veían en nosotros más que materia, más que una maquina organizada, y por lo tanto tenemos razón en afirmar que el Espiritismo desplaza al materialismo con hechos. Aunque no produjese más que este fruto, el orden social le debe un reconocimiento; pero, hace mucho más: demuestra los efectos inevitables del mal, y, por lo tanto, la necesidad del bien. El número de quienes ha reconducido a mejores sentimientos, curado de graves inclinaciones, y desviado del mal, es mayor de cuanto se pueda creer y crece todos los días, por cuanto, para ellos, el porvenir ha dejado de ser vago, indeterminado, una simple esperanza, sino una verdad, que se comprende y se explica por cuanto se ven y se sienten quienes, habiéndonos precedido en la dimensión espiritual, lamentarse o alegrarse de cuanto han hecho sobre la tierra. Todo aquel que ha sido testigo reflexiona, y siente la necesidad de conocerse, juzgarse y enmendarse.
IX
Los adversarios del Espiritismo no han faltado de usar como un arma en su contra algunas discrepancias de opiniones sobre la doctrina. No es para maravillarse si en los primeros días de una ciencia, por cuanto las observaciones aún no se han completado, y cada quien las interpreta a su manera, hemos podido percibir hipótesis contradictorias; pero, ya, ahora, después de un estudio más preciso, se han desmoronado las principales, las tres cuartas partes, empezando por aquella que atribuía todas las comunicaciones al Espíritu del mal, como si a Dios le hubiese sido imposible enviar, a los humanos, Espíritus buenos; hipótesis absurda, ya que, ha sido desmentida por los hechos; impía, por representar una negación de la potencia y de la bondad del Creador. Los Espíritus nos han dicho siempre de no preocuparnos de estos contrastes, por cuanto llegaría el tiempo en el cual al Espiritismo todos, concordemente, le habrían juzgado según su importancia, y de acuerdo con la verdad. Y ahora, parece que este tiempo no está lejos.
A la pregunta: Hasta que no se haya alcanzado a la concordia de las opiniones, cuál debe seguir la persona imparcial para emitir un juicio?, respondieron:
-“La luz purísima no es oscurecida por nube alguna; el diamante, que tiene mayor valor, es aquel sin mancha: juzgad, por lo tanto, a los Espíritus, por la pureza de su enseñanza. No olvidéis que, entre los Espíritus, los hay que aún se encuentran embebidos de las ideas de la vida terrestre; sabed distinguirlos por su lenguaje; discernirlos del conjunto de todo lo que os digan, Observad si hay conexión lógica en las ideas, si se les descubre ignorancia, orgullo, o mala voluntad; en suma, si sus palabras tienen, siempre, aquel sello de la sabiduría que demuestra la verdadera superioridad. Si vuestro mundo fuese inmune del error, sería perfecto; y, en cambios, os encontráis, aún, lejos; os cuesta, todavía, distinguir el error de la verdad, y precisáis las lecciones de la experiencia para ejercitar vuestro juicio y progresar. La unidad de los juicios vendrá cuando todos seréis animados por el deseo del bien, y los seres humanos os seguirán por la necesidad de las cosas, por cuanto comprenderán que en vuestra doctrina se encuentra la verdad. Del resto, qué importa alguna leve divergencia más de forma que de sustancia? Notad que los principios cardinales son, en todas partes, los mismos, y deben ser reunidos en un pensamiento común; el amor a Dios y la práctica del bien. Sea cual fuere el supuesto modo de progreso y las condiciones normales de la existencia futura, la meta final es la misma: hacer el bien; y esto se puede hacer de diferentes maneras”-.
Si, entre los adeptos del Espiritismo, algunos difieren en las opiniones sobre algún punto de la teoría; pero, todos se encuentran de acuerdo sobre los aspectos fundamentales. Por lo tanto, la unidad existe, salvo muy pocos, que no admiten, todavía, la intervención de los Espíritus en las manifestaciones, y las atribuyen o a causas puramente físicas, lo cual contradice al axioma: Cada efecto inteligente debe tener una causa inteligente; o al reflejo de nuestro pensamiento, lo que es desmentido por los hechos. Los demás puntos son secundarios, y por lo tanto, no perjudican las bases. En consecuencia, pueden haber escuelas que busquen de clarificar las partes, todavía, controvertidas de la ciencia; pero no sectas volublemente hostiles. El antagonismo es posible solo entre aquellos que quieren el bien, y los que harían, o quisieran, el mal. Ahora, ningún espirita sincero y sensible a las grandes máximas morales enseñadas por los Espíritus puede querer el mal, ni desear el de su prójimo, sea cual fuere su opinión. Si alguno se encuentra en error, la luz, tarde o temprano, se hará también para él, siempre que busque con buena fe y sin prevenciones; pero, mientras tanto, todos tienen un vínculo común que debe unirle en un mismo pensamiento, todos tienen la misma meta, donde poco importa la vía, siempre que conduzca al bien. Ninguna escuela debe prevalecer por coerción moral o material, y aquella que emitiese el anatema sobre la otra probaría, con la evidencia, su propio error, como subyugada por Espíritus inferiores. Supremo argumento debe ser la razón, y la moderación asegurará el triunfo de la verdad mejor que las diatribas envenenadas por la envidia y los celos. Los buenos Espíritus predican la unión y el amor al prójimo; de una fuente pura no puede emanar un pensamiento malvado, o contrario a la bondad. Escuchemos, a tales efectos, para terminar, un consejo de Agustín de Hipona:
-“Desde muy lejano tiempo los seres humanos se han, recíprocamente, atacado e intercambiado el anatema en nombre de un Dios de paz y de misericordia, ofendiéndolo con tal insensatez, aún diciendo de quererle honrar. El Espiritismo es el vínculo que de todos los seres humanos hará una sola familia, señalando donde se encuentra la verdad y el error; pero, no desaparecerán muy rápidos los Escribas y los Fariseos, que lo negarán, como lo han hecho con las enseñanzas de Jesús. Queréis saber cuáles Espíritus tienen como guías los diversas sectas que se dividen el mundo? Juzgad por sus obras y por sus principios. Los buenos Espíritus no han sido, jamás, los instigadores del mal; no han aconsejado nunca ni legitimado el homicidio ni la violencia; no han excitado los odios entre las partes, ni la sed de riquezas, honores o la avidez de los bienes de la tierra. Aquellos, únicamente, que son virtuosos, humanos y benévolos con todos, tienen su afecto, y el de Jesús, para que sigan la vía que conduce al Creador Universal”-.
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