lunes, 5 de septiembre de 2011

LEYES PARTICULARES DE LA EVOLUCIÓN ESPIRITUAL -1-





LEYES PARTICULARES
DE LA EVOLUCIÓN ESPIRITUAL -1-

Del libro:
REPORTAJE DE LA DIMENSIÓN X

Autor: Giorgio Di Simone
Entidad A
Versión castellana: Giuseppe Isgró C.


Hemos llegado, ya, hacia el final del “Reportaje”, e, indudablemente, a uno de los argumentos más importantes: a aquel concepto de “evolución” que ha tejido la base misma del entero discurso, realizado sobre el ser y el devenir del Espíritu. Se analizarán las consecuencias lógicas que se derivan, a nivel terreno, del fundamental principio de evolución que de su propia interioridad impele al Espíritu hacia su eterno devenir.
Veremos, de esta manera, que todas las líneas que forman el destino de nuestro Espíritu se desenvuelven armoniosamente según varios órdenes de consecuencias, todas perfectamente confluentes hacia una precisa, racional y exaltante visión de aquel que es nuestro camino, en esta y en la otra vida.

Es preciso, ante de todo, aclarar cual es el real significado del término “evolución”, para reportar sobre más justos binarios la entera cuestión hasta aquí analizada.

La idea de evolución, como mejoramiento de sí mismos, en cuanto Espíritus, a esta altura de la argumentación no es más aceptable, y el mismo término “evolución” aparece impropio y, ciertamente, contradictorio con la verdadera sustancia del Espíritu. Es esto así, también por razones de comodidad discursiva y de ensayística. Se ha tenido que utilizar según la usual acepción que, referida sobre todo al ser humano o al Espíritu aún gravado por el complejo anímico (“astral”), puede ser, de todas maneras, suficientemente exacta.

Se está, ahora, circunscribiendo los límites del discurso y, en el intervalo, es preciso afinar los conceptos de fondo para rendirlos más exactos y sencillos en el contexto de la doctrina, en su aspecto más elevado, casi como si debiese alcanzar la pureza de un sistema matemático.
Por lo tanto, más que de “evolución”, desde su aspecto cualitativo más bajo a otro más elevado, por lo que se refiere al Espíritu, en la pureza de la estructura originaria, se debe hablar de acrecentamiento continuo del conocimiento. También aquí, la lógica adamantina de la “Entidad A” retoma su dominio.

En efectos, dado que el Espíritu es una pura emanación de Dios, ya en sí necesariamente perfecta como estructura personalizada, resulta impensable que pueda o deba “evolucionar” en su acepción normal del término. Es preciso percibir que, sobre todo, en tal término se encuentra implícito, en línea general, el pasaje de una condición de “mal” a otra de “bien”, lo cual no se correspondería a la estructura divina del Espíritu. El dualismo bien-mal, ya ha sido tratado en los capítulos anteriores del Reportaje.

Evolución, por lo tanto, significa, para el Espíritu, el proceso innato de apercepción del conocimiento, es decir, tendencia infinita y eterna a Dios, considerado Conocimiento infinito, absoluto.
Pero, hay algo más. El Espíritu, siendo una proyección de Dios, potencialmente infinita y eterna, es decir, una parte de Dios, posee ya, en sí, todo el conocimiento, pero lo posee en potencia, encerrado en la trama indestructible de la propia sustancia. Podríamos decir, también, “olvidado” en el momento en que emergió de la autoconciencia, al acto –supremo don de Dios- de la propia personalización en cuanto ser inteligente que se reconoce como unidad, que se identifica como persona. Desde aquel momento, ya perfecto como estructura y atributos (inteligencia, voluntad, etcétera), pero carente de conocimiento conciente, el Espíritu inicia su itinerario infinito, en confrontación con las infinitas ideas sencillas –conocimiento real- contenidas en los acontecimientos universales, en los Principios y en las Leyes. (1).

De esta manera, el conocimiento infinito encerrado en potencia en el Espíritu, pasa al acto, gradualmente, para descubrimientos sucesivos que amplían el horizonte del Espíritu mismo, como conciencia de sí y del Real, en la medida en que él procede en el análisis-síntesis de la Realidad, de lo que Es…. Y, esta es la razón de la experiencia: en la materia, sobre la Tierra o en otra parte, o bien en el ámbito espiritual. Esta es la razón de la incesante y, como se verá, a veces inquieta búsqueda de las experiencias, para adquirir siempre nuevas ideas, para despertarlas en sí por resonancia.

Todo el resto es retórica, es simbolismo que se acopla a la forma, y también la “Entidad A” se sirve de ella, y veremos pronto, de que manera. Pero, la esencialidad del concepto, su cristalina lógica, pueden ser circunscritas, como se ha visto ya, en pocas, y definitivas frases.

Desde esta percepción la visual del drama se aplaca. Reducidas a su síntesis conceptual e ideal, las acciones humanas, las trasversales, pierden el aspecto menos favorable que tiende desde siempre a contrarrestarles, y todo se refleja en pocas, esenciales leyes, cuya estructuración lógica es perfecta.

Será útil, a este punto, seguir la acción que estas leyes de la mencionada evolución ejercitan en el finito, y sobre todo en el mundo del ser humano, en contacto con las demás leyes: las del universo natural, las propias de la naturaleza.

Por simplicidad de exposición y de análisis, se ha preferido desarrollar una por una las consecuencias racionales de los Principios de la evolución, sea en el plano físico como en el espiritual, de la misma manera en que ha sido precisado antes, y siempre sobre la base de las largas, laboriosas pero iluminantes conversaciones tenidas con la “Entidad A”. Concluiré esta parte del Reportaje con la integral transcripción de una de sus comunicaciones que trata de una fundamental ley evolutiva expresada como la “Teoría de los conos volteados”-.

1. PRIMERA CONSECUENCIA: LEY DE LA EXPERIENCIA DIRECTA.

Por cuanto constituye el propio patrimonio que el Espíritu debe acrecentar, aparece evidente que él deba, necesariamente, hacer una experiencia directa, personal, de las cosas –sean cuales fueren- hasta que el significado profundo de la misma pueda ser asimilado por la matriz espiritual. Y esto, naturalmente, es necesario que acontezca, sobre todo, en la tierra, en la experiencia global de la materialidad, (2), por cuanto es, únicamente, a través de las propias vías sensoriales y perceptivas que el ser humano puede, eficazmente, “probar” la materia, tener conciencia como “idea”, en la relación con sus semejantes, como acción, comportamiento y juicio, interpretación de los eventos humanos, con todo lo que de espiritual pueda vinculársele.

Es por esta razón que el Espíritu, conociendo con antelación cual experiencia desea experimentar en la tierra, para integrar, constantemente, su bagaje de conocimientos, (3) se forja los instrumentos anímicos, psíquicos y físicos, necesarios, adaptándolos en función del objetivo que debe alcanzar en aquella determinada encarnación. (4),

Por lo tanto, el Espíritu se “proporciona” los medios físicos e intelectuales, es decir, -aún el cerebro con todo el sistema nervioso, las posibilidades psíquicas, la estructura anímica de inicio (5), el quantum de inteligencia y de voluntad. (6).

En la dimensión espiritual, el Espíritu puede, en cambio, adquirir experiencias, por ejemplo, de la misma materia, con la observación de los fenómenos que se desenvuelven o de los comportamientos de los Espíritus encarnados, afrontados entre ellos, o con aquellos propios, del pasado. Esta es otra de las razones por las cuales, en la órbita terrestre, en el plano “astral”, permanecen un sinnúmero de Espíritus de la más variada evolución, ocupados en sus ciclos de experiencia, que se van integrando en los “pasajes” entre los dos mundos; el físico, material, y el espiritual. Y de esta manera, de constelación en constelación hasta el límite de las experiencias de tipo material, que cada Espíritu obtiene, para luego dar inicio a otras a lo largo de los rayos infinitos de las posibilidades de Conocimiento que es Dios.

La extrema importancia de una experiencia plena, completa, profunda, resulta clara a este punto, y nos conduce a recordar una admonición de la “Entidad A”: -“Tanto menos meditéis sobre las cosas que hacéis, en las experiencias que vivís, -aún las más aparentemente modestas- tanto más vais al encuentro de pruebas adversas. El Espíritu, viendo transcurrir la propia encarnación sin resultados válidos, útiles, para el propio plano racional de conocimientos, puede, también, forzar los eventos y provocar él mismo aquellas experiencias que –siendo más cruentas desde el punto de vista humano- son, sin embargo, suficientes para sacudir al ser humano, reversando en dirección de su Espíritu inquieto, percepciones más cualificadas y auto realizadoras. Esto puede ocurrir, sobre todo, hacia el final de una existencia vacía, trascurrida sin sacudidas, casi sin haber vivido verdaderamente….” (7).

2. SEGUNDA CONSECUENCIA: LEY DEL DESARROLLO UNIDIRECIONAL.

El Espíritu no puede retroceder a lo largo de su itinerario infinito, que lo conduce, por lo tanto, a un conocimiento siempre creciente. No sería necesario, siquiera, hacer mayor énfasis sobre esto, empero, es preferible hacerlo subrayar, una vez más, la lógica lineal que refleja la serie armónica de estas leyes, las cuales no son, evidentemente, escritas en algún lugar del universo, pero que se encuentran incisas en la estructura del mismo Espíritu, en cuanto plan irrevocable de lo real, de lo existente, y como expresión, -podría decirse, formal-, del infinito equilibrio del todo, derivado del carácter absoluto de los Principios divinos.

Cómo podría retroceder el Espíritu, una vez despertada en él aquella determinada serie de ideas, aquella suma de conocimientos, en proporción al trabajo realizado, o, evolución? Un patrimonio similar, así adquirido, es decir, como activación eterna de una parte de la propia potencia innata, no puede ser más dispersado, recordando que se está haciendo referencia a las esencias supremas, absolutas en su género, y en primer lugar, de la del Espíritu.

De esta manera, con pocas palabras que, sin embargo, como ya se ha visto, presuponen todo un precedente tejido lógico, preciso, consecuencial, se restablece una verdad de hecho, en contra de los aspectos, más bien, neblinosos, aún excesivamente anclados a un absurdo dualismo, en parte de las mismas doctrinas hindúes, que representan, al mismo tiempo, para la humanidad, una herencia de sabiduría antigua. De esta manera, se deja atrás el concepto de metempsicosis, como retrocesión cualitativa del Espíritu, del cuerpo de un humano al de un animal inferior.

3. TERCERA CONSECUENCIA: LEY DEL DESARROLLO INFINITO.

Quien ha seguido con atención lo antes expuesto, encontrará obvia, también, esta consecuencia del principio de evolución. Es evidente que la referida evolución espiritual debe ser infinita, y esto por varias razones, todas derivadas de las premisas de fondo.

La evolución es tendencia al conocimiento infinito, siendo, también, verdad que el Espíritu jamás lo alcanzará. Este tema ha sido ya tratado por la “Entidad A”, en el capítulo octavo del Reportaje.

El absurdo de la obtención del conocimiento absoluto, conduciría, inevitablemente, a la fusión con Dios, es decir, a la terminación del Espíritu, como tal, lo cual representaría una segunda faceta de lo absurdo, dada la estructura espiritual real, autónoma, perfecta, y teniendo atributos conferidos por Dios, los cuales garantizan la inmortalidad en cuanto ser inteligente y autoconsciente.

También aquí se anulan algunas tesis de las doctrinas hindúes, acerca de la fusión en Dios, relativas a la inmersión del ser personal e individual, en el Ser Divino. Según tales doctrinas, sería el único modo, de escapar a la esclavitud de la materia, en lo relativo a forma, sentidos, deseos, emociones, etcétera. Como ha ocurrido y ocurre, frecuentemente, en el curso de los más elevados pensamientos humanos, se intercambia un fenómeno relativo, como el de la vida humana, o el de la iluminación: samadhi, nirvana, etcétera, es decir, del irrumpir fugaz de la conciencia espiritual en la conciencia humana (9), con un fenómeno absoluto cual debería ser el de la unión con Dios, ignorando todos los infinitos intermedios, y permitiendo a lo finito (ser humano) de descabalgar el infinito que le separa de Dios.

4. CUARTA CONSECUENCIA: LEY DE LA EVOLUCIÓN SINGULAR.

De cuanto hasta ahora ha sido dicho en lo relativo a la autonomía del Espíritu, de su personalidad distinta, equivalente a la monada leibniziana, y perfectamente identificada respecto a las demás, se deriva como lógica consecuencia que la evolución se refiere al Espíritu, individualmente hablando, es decir, que ella es, obviamente, independiente de la colectiva de los Espíritus, y que posee un itinerario propio y característico.

En definitiva, cada Espíritu tiene y debe tener su propia historia. Cada Espíritu es un “caso” evolutivo en sí mismo, y la calidad de su evolución, representada por el nivel de su conocimiento de lo Real, no tiene nada que ver con la de sus semejantes.
Esto es importante tenerlo presente, sobre todo por los hechos de nuestra Tierra, donde cada Espíritu encarnado en una persona tiene su propio itinerario evolutivo, perfectamente distintivo, -en teoría-, de aquel de la entera sociedad humana que, para su propia subsistencia como tal, precisa leyes propias, con sus respectivos parámetros de desarrollo: aquellos que caracterizan el camino histórico de la civilización. Ha sido dicho en teoría, porque, en la práctica, bien sea por la ley de afinidad, que por otras razones que tienden a la nivelación, dadas a los “standards” de las experiencias terrenales, en general son pocos los casos de humanos cuyas características le permiten emerger sobre las masas. Es decir, es poco fácil encontrar una persona que refleje, claramente, el nivel de su personalidad espiritual. (10).

Continuará……


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